Serie sonora que cuenta cómo es nacer, crecer

y morir en un lugar tan hermoso como peligroso

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el increíble lugar donde ocurre esta historia

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CAPÍTULO EXTRA: EL PERDÓN

Intro Host: Bienvenidos a Macarena Podcast, la historia de un microcosmos remoto que refleja la complejidad de Colombia. En esta serie documental de diez capítulos, narrados por sus protagonistas y  llenos de animales silvestres, rincones paradisíacos, bombardeos, juegos infantiles y un amor libre; les contamos cómo es nacer, crecer y morir en un lugar tan hermoso como peligroso.
Este es el capítulo 1: La decisión. 

Seluna: Hola. Yo soy Diana Seluna y voy a contarles mi historia, la de mi familia y la de mis amigos en La Macarena.
Todo comienza en 1980.
En esa época, Ronald Reagan era elegido presidente de Estados Unidos.

Noticia: Reagan is our projected winner Ronald Wilson Reagan. 

Seluna: John Lennon era asesinado en Nueva York.

Noticia: Former Beatle John Lennon who was 40 was shot and killed last night outside his luxury apartment. 

Seluna: Y sonaba  Queen

Música: Música 

Seluna: El M-19 se tomaba la embajada de la República Dominicana en Bogotá.

Noticia: Rebeldía, Rebeldía en eso está el M-19, nosotros no nos vamos a…

Seluna: Recién se estrenaba la televisión a color en Colombia.

Noticia: El país se incorpora a más formidable avance de la tecnología moderna…

Seluna: Y  estaban de moda Lisandro Meza y Diomedes Díaz

Música: Música 

Seluna: Asi estaba el mundo cuando Sarita Cortés, mi mamá, tenía 20 años.
Ella vivía en Villavicencio, una ciudad pequeña en los llanos orientales de Colombia, para esa época quedaba como… a unas 7 horas de Bogotá, la capital.
Aunque la ciudad, como la mayoría del país, era más bien conservadora, Sarita trataba de salirse del molde. Ella era una mujer joven que no quería vivir con imposiciones sociales. 

Sarita: yo nunca vestí a la moda, ni nada de eso, no me pintaba, no aprendí nunca maquillarme, tenía corto el cabello, como por aquí. A veces me lo dejaba un poquito crecer. Me encantaba ser, muy de ‘yines’ y todo. A mí, no… A mí no me ha gustado esa esa forma de la mujer de pintarse, y de ponerse un vestido elegante, y que no sé qué. Y que, ahh, yo no, eso no va conmigo. 

Seluna: Mientras tanto, Melco Fernandez, mi papá, tenía 30 años, vivía entre Bogotá y Villavicencio y tampoco se ajustaba mucho a las normas de la época. Al menos eso es lo que me ha contado mi tío Jaime, su hermano menor.

Jaime: Él era como, como un perrito a cuadros. Siempre fue un intelectual descreído de las cosas que lo, que lo encasillaban… O sea, él dijo que no necesitaba títulos, nada; que él para aprender tenía los libros, tenía la… toda la opción de, de… de su proyecto de vida, que era, siempre un proyecto de vida  artístico… 

Seluna: Yo me lo imagino como un hombre renacentista, pero en los ochentas, porque hacía de todo: era artista, pintaba, era carpintero, escribía, era profesor de yoga, hasta cosía…

Sarita: Él siempre diseñó su propia ropa. Porque la mamá fue modista, y él le ayudaba a la mamá a planchar las cosas. Él le gustaba hacer sus diseños, de camisetas y y pantalones, y no sé qué. Entonces él era muy elegante. 

 

Seluna: Y a pesar de que en esa época Melco y Sarita eran dos extraños, sus intereses en común terminaron juntandolos.

Sarita: Había una exposición de pinturas. Pero yo llegué tarde, ya casi iban a cerrar. Eso cerraban como a las 10 de la noche, yo llegué como a las 9.

Seluna: Y esa exposición era organizada por Melco, así que él tenía que cerrar el sitio por la noche y asegurarse de que todo quedara en orden.

Sarita: Entonces Melco me esperó, porque yo era la última [risas] y él como que, como que remarcó de que yo como que me quedaba mucho en un cuadro viéndolo ahí, no sé qué, porque me impactában los cuadros. Entonces salimos. Me dijo vamos a tomar algo?, pues yo le dije, ‘pues bueno’. Y nos sentamos a hablar de arte. Pero pues yo me quedé embobada todo lo que sabía él. El caso es que hasta que nos echaron de la cafetería [risas].

Seluna: Esa fue la primera coincidencia de varias, porque se encontraron también en una reunión de crítica de arte, en una clase de yoga, y hasta en un grupo de estudio sobre crecimiento personal. 

Sarita: Yo tenía un grupo, un grupo de crecimiento espiritual. Y más que todo, de conocimiento interior, ¿no?

Seluna: Y a ese grupo resultó llegando Melco. La idea era que cada persona pudiera contar un poco de su historia como ejercicio para conocerse mejor, pero para Sarita era tan difícil hablar de su infancia.

Sarita: Era tan duro que yo empezaba a hablar, y de pronto yo, a mí se me ocurren las lágrimas y yo no podía más. Entonces él me propone me dice, ‘escríbame’. Entonces empezamos a escribirnos.

Seluna: Así empezó la relación de Sarita y Melco, por medio de cartas. Duraron casi un año escribiéndose y conociéndose, hasta que llegó una carta muy especial…

Sarita: Entonces, en esta carta él hace una parodia una canción que era bailable, que decía: Será que me estoy enamorando / O será que aún sigo soñando / Quiero verte, para a ti preguntarte / Si contigo lo mismo está pasando.  

Seluna: Ay Sarita y con severa declaración ¿tú qué le respondiste?

Sarita: Yo le dije, no, de verdad que mi libertad; yo amo más mi libertad. Y, y, no me gustan. Mejor dicho, todas las cosas que yo he visto en mis amigas, y que lloran, y que están enamoradas, y que el tipo por allá le juega sucio, y que por allá empiezan, además, a manipularlas, y todo eso; no. Yo no estoy en ese cuento. 

Seluna: Uy Sarita, y él qué te dijo?

Sarita: Él se reía apenas. Me dijo: ‘no, es que eso lo que yo estoy buscando precisamente’. Entonces, ahí fue cuando empezamos a fundamentárnos en eso, y pues, entender que había una cuestión espiritual muy como, como muy arraigada en cada uno, en querer como… en conocernos más interiormente.

Seluna: Fue un descubrimiento que llenó de felicidad a Melco.

Jaime: Encontró su, su media naranja, inmediatamente se enloqueció más, sí, porque ya ahora sí encontró una loca, la loca que necesitaba.

Seluna: Así fue que este par de locos, como los veían sus hermanos, empezaron a vivir juntos en 1982. Vivían a su manera, rodeados de libros, sin muchas cosas materiales y entre otras no comían carne. Pasaron dos años y en 1984 nació mi hermano mayor.

Juan David: Juan David Fernández Cortés nací en Villavicencio el 5 de febrero del 84.

Seluna: Un año después, en el 85, nací yo …

Sarita y Melco estaban felices con nosotros, pero… no lograban hacer la vida que ellos realmente querían ahí en Villavicencio. 

Sarita: A mí me pesaba, me pesaba. Me pesaba el mundo. Me pesaban las costumbres, me pesaban las críticas, el juzgar, que por ejemplo usted por qué comí así, y usted porqué no se viste así, usted por qué no se pone tacones, usted por qué, por qué en su casa, yo no tenía sino una cama, por qué usted no tiene muebles.

Seluna: Es que era otra época. A Sarita le tocó una generación en la que ser mujer, y no depender de un hombre era muy difícil y más en un ambiente tan provincial como el de villavicencio.
Ella y Melco sentían que para poder tener la vida que ellos realmente soñaban les tocaba irse lejos, así que tomaron una decisión muy, muy radical.

Sarita: Fue una decisión entre los dos hablando… Entonces ya acordamos ahí, pagaba mi preaviso en la empresa y presentaba mi renuncia, y nos íbamos.

Seluna: Y así fue… en agosto de 1985, cuando Juan David tenía un año y medio y yo sólo tenía 3 meses, nuestra familia empezó un gran viaje. El plan era vivir en el campo, lejos del ruido de cualquier ciudad.
Nuestro primer destino fue una finca muy lejos de Villavicencio. Quedaba a orillas del río Melua por la vía que va a Puerto López. Sarita y Melco iban a ser los cuidanderos de la finca, y con la plata que se ganaran podríamos vivir.

Sarita: Lo bonito del Melua era que tenía unas arenas que parecían arena de mar. Uff, qué arenas tan hermosas, y finita, finita esa arena.
Pero había muchos zancudos, ¡mucho bicho! ¡Uff! Insectos todo el día. Era de 6 a 8 unos de, 8 a 10 otros, a las 12 aparecían otros, a las 3 eran otros, a las 5 [risas].
Y ahí nosotros llegamos…
Siempre me han gustado mucho los árboles yo había soñado tener una casa en un árbol. Y como Melco me daba tanto gusto [risas] dijo, ‘no, pues hacemos la casa en el árbol’.
Y él de una vez se puso a hacer el boceto. Tan, tan, con medidas y todo.
Yo estaba feliz viviendo en el árbol. Además, arriba en el árbol los animalitos ya no nos llegaban.

Seluna: Y estando allá, en esa casa en el árbol, Sarita y Melco deciden tener otro hijo…
Tao Daniel, así se llama mi hermano. Él nació un año después que yo.

Tao Daniel: El… mi hermana Diana y Juan David me comenzaron a llamar con el diminutivo con Taito, entonces me quedé así taito por mucho tiempo.

Seluna: Y con Tao también nos llegó un cambio. A Sarita le apareció una gran oportunidad en una escuela ahí en la zona.

Sarita: Fue una experiencia maravillosa como profesora. Pude hacer muchos sueños que yo tenía, de lo que yo pensé que era enseñar. Tanto que los niños eran internos y no querían irse para la casa. Y después venían los padres de familia pensando que ellos los había castigado; ¡no!, era que los niños no querían irse.

Seluna: Pero al mismo tiempo, Sarita y Melco empezaron a notar injusticias en la comunidad y eso cambió todo.

Sarita: Esos terrenos fueron invadidos por gente de Villavicencio, de políticos muy influyentes. Y nos enteramos, pues a través de nuestros mismos alumnos, que estos políticos llegaban a esas casas con sus mujeres y con todo esto, y trataban a los, a los empleados como si fueran esclavos.

Seluna: Era una situación muy injusta y ellos querían ayudar, o al menos denunciar, así que Melco aprovechó que tenía una columna de opinión en una revista muy leída del Llano para contar lo que estaba pasando.

Sarita: Entonces los políticos se pusieron furiosos y contrataron a alguien para que viniera y le pegara a Melco. Y vinieron, y delante de los niños cogieron a Melco y le dieron. Eso fue horrible, fue horrible, horrible. Le dijeron que tenía que retractarse, dijo: ‘cuando ustedes cambien yo escribo que ustedes cambiaron, de resto no, es la verdad’.

Seluna: Es que Melco nunca fue indiferente a las injusticias. 

Jaime: Pues uno entendía sus razones, ¿no? Eso era una valentía y una honestidad a toda prueba, pues que el hombre no se dejaba.

Seluna: Y aunque Melco no cedió ante la presión para retractarse públicamente, si nos tocó irnos del internado… El problema ahora era para dónde.

Sarita: Melco dijo: ‘ya pensamos en Macarena’. De todas formas, nosotros siempre habíamos pensado en Macarena, ¿no?.

Seluna: Pero espera, espera, Sarita… explicame ¿Por qué?.

Sarita: Era un sueño.

Seluna: Pero, el tuyo o de Melco?.

Sarita: De ambos. Melco como también fue tan inquieto con todo esto de las culturas indígenas, él quería ir a hacer un estudio sobre los petroglifos que habían sobre el Guayabero y toda la cosa indígena que había allá.

Seluna: ¿Y tú?.

Sarita: Y yo desde muy pequeña, cuando a mí me enseñaron en la escuela, en segundo de primaria me enseñan la Serranía de La Macarena y me dice, dice la profesora: ‘ese es un lugar donde hay muchas especies de árboles que no hay en ninguna parte del mundo, hay animales que no hay en ninguna parte del mundo’; yo digo; ‘ay, yo quiero vivir allá’ [risas]. Fue un sueño. Entonces cuando yo le cuento mi sueño a Melco, y él con su sueño, y pues, que ambos hemos soñado lo mismo, el mismo lugar.

Seluna: Un sueño muy ambicioso porque en La Macarena no es que vivieran muchos citadinos.
En esa época iban comerciantes, si al caso biólogos y uno que otro investigador que quería mostrarle al mundo la importancia de la Serranía de La Macarena por medio de videos y documentales.

Antropólogo: La Serranía de la Macarena es un área natural que cuenta con una superficie de más de 3.800 kilómetros cuadrados. Es un conjunto de selvas en las que confluyen tres de los ecosistemas más importantes de Colombia: los imponentes andes, las llanuras del Orinoco y la selva húmeda amazónica. En su corazón alberga una de las montañas más antiguas del mundo: un enorme afloramiento de arenisca de unos 1800 millones de años. Esto la hace una de las montañas más antiguas del planeta y un sitio que alberga formas de vida que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo.

Seluna: Parecía imposible, pero Sarita y Melco lograron llegar hasta ese lugar tan mágico y lejano con sus tres hijos pequeños…
Eso sí, es una aventura que apenas comienza y que les seguiré contando en el próximo capítulo.

Creditos: Macarena Podcast fue producido por el Colectivo Normal en colaboración con la familia Fernández Cortés y algunos habitantes de la vereda La Cachivera. Pueden escucharnos en Soundcloud, en su aplicación favorita para podcast o en nuestra página web, en donde también encontrarán contenido exclusivo, créditos y enlaces al material de archivo, todo esto y más en  www.macarenapodcast.com.
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Gracias por escuchar y por ayudarnos a llegar a más oídos… Los esperamos en el próximo capítulo.

CAPÍTULO 10: EL REGRESO

Intro Host: Bienvenidos a Macarena Podcast, la serie que explora cómo es nacer, crecer y morir en un lugar tan hermoso como peligroso. Si no han escuchado el capítulo anterior, pueden encontrarlo en www.macarenapodcast.com o en su aplicación favorita para escuchar podcast. Este es el capítulo 10: El regreso

Seluna: Hola, En el capítulo anterior, varias familias de La Macarena escapamos del conflicto armado en Colombia y nos fuimos exiliados para Canadá, en donde intentamos reconstruir nuestras vidas y reconciliarnos con nuestra historia.
Pero mientras nosotros nos acomodábamos a nuestro nuevo país, La Macarena estaba en medio del fuego cruzado entre el ejército y la guerrilla.

Noticia: Las imágenes obtenidas en exclusiva por RCN muestran en toda su dimensión las consecuencias de un bombardeo de la Fuerza Aerea y el posterior arribo de la fuerza de tarea conjunta omega del ejercito entre los municipios de Puerto Rico y vista hermosa en Meta.

Seluna: La guerra volvió tan pronto como se acabó la zona de distensión. 

Jairo: Hay siempre un poco como de desolación, el pueblo era un poco solo porque igual, esa, esa parte de ser zona de extensión a ser otra vez zona militarizada, había mucho conflicto.

Seluna: Efectivamente el gobierno de Álvaro Uribe se dedicó a atacar de frente a la guerrilla, de hecho puso una base militar ahí en La Macarena, y desde entonces hubo bombardeos constantes y los civiles muchas veces quedaban en medio de los enfrentamientos. 

Noticia: Tras el bombardeo y la posterior ocupación de las fuerzas de superficie, enfermeros militares asistieron a los heridos  y les hicieron las primeras curaciones “Tranquila que le vamos a ayudar, no la deje dormir” En el campamento había mujeres, incluidos menores de edad.

Seluna: Nosotros veíamos algo de esto desde la distancia, y nuestra impotencia era dolorosa. No podíamos hacer nada: no podíamos ayudarles a nuestros amigos a sobrellevar esa tragedia, ni levantar nuestra voz para intentar impedirla.  

Tao: Uno escucha noticias y todo lo que, lo que pasa y lo que pasó y lo que sigue pasando, entonces yo digo cómo es posible que, tanta guerra, tantas cosas.

Seluna: Así era el ambiente cuando Juan Manuel Santos llegó a la Presidencia de Colombia.

Santos: Juro a Dios y prometo al pueblo cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia.

Seluna: Y a los dos años, anunció una noticia muy sorpresiva que nos dio esperanza.

Santos: luego de estas conversaciones exploratorias Tengo la convicción de que estamos ante una oportunidad real de terminar de una manera definitiva el conflicto armado interno. Se trata de un camino muy difícil, sin duda, muy difícil,  pero es un camino que debemos explorar.

Seluna: Fue un proceso muy largo, con muchos altibajos. Ya estaba el mal precedente de lo que había pasado durante el gobierno de Pastrana. Así que esta vez las negociaciones se hicieron fuera de Colombia con una delegación compuesta por sectores diversos de la sociedad y con garantía internacional.
Todo esto para nosotros significaba que, después de 9 años, quizás podríamos regresar a nuestro paraíso.
Pero claro, teníamos que prepararnos. Es que aunque al ambiente de negociación daba cierta tranquilidad en La Macarena, no dejábamos de sentir miedo de lo que nos pudiera pasar si regresabamos. Yo creo que ese miedo es algo que sentimos todas las personas en el exilio porque son muchos los sentimientos encontrados. 

Juan David: En el fondo mío siempre, siempre quise volver. Siempre quise volver, pues al menos para ver cómo estaba nuestra finca, nuestra… no se para vivir como es, para tratar de revivir ese momento de la infancia.

Seluna: Así que después de discutirlo en familia, sentimos que era el momento de regresar poco a poco y aunque Sarita tenía mucho miedo logramos convencerla Y se fue con Juan david, mi hermano mayor.
Ella creía que ya nadie se acordaba de ella.

Sarita: Jamás pensé que la gente nos hiciera ese recibimiento. Llegamos, nos bajamos del avión, viene el señor de la zorra, y de una vez: ¡profe! Y me abraza, yo pensé que nunca la volvería a ver. 

Seluna: El ambiente comenzaba a ser distinto: la gente se sentía un poco más segura. 

Sarita: Ya el Ejército ha cambiado, son más amables. No es el Ejército que nosotros habíamos conocido. Ellos le estaban dando una cara diferente, ya sonreían, ya no le hablaban a uno así, no. 

Seluna: La llegada de Sarita se convirtió en una gran noticia! Toda la gente del pueblo se enteró que había llegado y querían saludarla. Fue muy bonito. 

Sarita: Cuando ya vamos saliendo de la casa y del aeropuerto ya empieza la gente a llegar. Llegó Sarita, llegó Sarita. Eso se regó como mejor dicho, como polvo. Pues mire teníamos que llegar a donde don Omar, y llegamos cuatro horas después. Eso era de estación, en estación, en estación y ¿que queda de lejos del aeropuerto a donde don Omar? Nada. La invitó a comer, la invitó a desayunar, nos tocó coger agenda y bueno y esto, porque no vamos a estar mucho tiempo. Impresionante, impresionante. Yo estaba muy impresionada. 

Seluna: Hasta que por fin pudo reencontrarse con Don Omar.

Don Omar: Cuando estaba por aquí sentado cuando la vi que venía, ahí. «¡Pero Sarita! [risas] ¡Por acá después de tantos años y venir acá!». Y para nosotros fue una alegría y para ella también. Ella, pues vino a buscarnos acá siempre como, como la costumbre que ella tenía. Y ya contándome de sus hijos ya grandísimos y todo, eso fue impresionante.

Seluna: A pesar de que la vida en el exilio es tan distinta a la que tenía, mucho de lo que hizo y enseñó quedó en la memoria de la gente.

Sarita: Y llegar mis alumnos. Profe yo en el fondo, yo no le creía ese cuento del turismo y mire, yo ahora vivo de esto, vea mi esposo es también uno de sus alumnos, también. Profe, nosotros siempre nos acordamos de usted.

Juan David: Fue hablando con la gente y los amigos de ese tiempo que comencé a ver un cambio, un cambio en la forma de pensar y la forma de ver eh, el mundo. Y me pareció algo muy, muy bonito ver que las semillas que nosotros habíamos sembrado estaban naciendo, porque había muchos que nos hablaban del medio ambiente, de la flora y la fauna, que había que conservar, que el turismo había que hacerlo, pero que había que hacerlo que sea ecológico, que hacer ecoturismo; y no solo una persona, sino varias personas. Eso me llenó de alegría el corazón. 

Seluna: Fue tan bonito escuchar a Sarita y Juan David contarnos su viaje a La Macarena. Yo me emocioné tanto al escucharlos, que decidí viajar al año siguiente. No me fue fácil porque igual tenía miedo de encontrarme con nuestra historia y de revivir todo ese dolor, por eso decidí que iría solo un par de días. El primer día fue horrible. Apenas salí del aeropuerto mi cuerpo empezó a temblar, era muy raro porque no lo podía controlar y empecé a recordar esos días oscuros de febrero de 2002 cuando ocurrió la Masacre.
Durante ese viaje, recorriendo el pueblo, empezó a revivir mi memoria. Yo no veía solo los lugares sino los eventos que habían ocurrido en cada esquina.
Al día siguiente fuimos a Caño Cristales. Y fue increíble volver a sentir el sonido del agua cuando cae en las rocas. Ese día volví a mi infancia, a la época en la que escuchábamos las cascadas y podíamos saber en qué mes estábamos, y si había llovido o no. Ese día me sentí como si nada de esto hubiera pasado.
Eso sí, no fui capaz de pasar por el bosque donde estaba la pirámide. No me sentía lista. Y como fui por tan poco tiempo, tampoco pude ver a mis amigos de infancia. Me fui con unas  ganas de regresar.
Después de ese viaje, sentí mucha esperanza porque escuché una gran noticia: el presidente Santos y el máximo jefe de las FARC, Rodrigo Londoño, conocido como Timochenko, firmaron los acuerdos de paz.
Pero faltaba un último paso. Someter los acuerdos a votación popular para que fueran validados por la ciudadanía.

Noticia: Noticia muy importante en Colombia. Ha ganado el No, con el 50,23%, frente al sí, con el 49,76%. Un margen de aproximadamente unos 61.000 votos…

Sarita: Tenía mucha ilusión con que ganara el referéndum de la paz. Lloré, lloré realmente, yo creo que nunca había llorado tanto por una elección, ni por un país, ni por nada de eso. Cuando se… Cuando perdió. Porque fue encontrarme con la realidad y aceptar que definitivamente la gente no quería la paz. 

Seluna: Una vez más se veía truncada la posibilidad de la paz en Colombia….Pero contra todo pronóstico, el presidente Santos decidió negociar con quienes se oponían a los acuerdos, aceptó que se hicieran algunos ajustes  y el proceso logró salvarse.

Noticia: ¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo!

Timochenko: Que la palabra sea la única arma de los colombianos. Para alcanzar la firma de este acuerdo definitivo, los colombianos vivimos más de siete décadas de violencia. Medio siglo de guerra, abierta! 

Santos: Los muertos, los desaparecidos, los heridos, las víctimas, sus familias, han sufrido este terrible enfrentamiento. Y todos, absolutamente todos, sabemos que la paz nos devolverá la esperanza, la fe en el futuro y la posibilidad de tener un mejor vivir para nosotros, para nuestros hijos.

Seluna: Poco después de todo esto y con la esperanza de la implementación de los acuerdos, yo regresé a La Macarena. Esta vez me sentía preparada para quedarme más tiempo y para  volver por fin a la que fue nuestra casa. Cuando llegué me reencontré con algunos amigos de infancia. Me dí cuenta de que muchas cosas habían cambiado, por ejemplo, me sorprendió ver tantos turistas.

Elena: Porque con el turismo ya usted escucha seis, siete avionetas diarias. Mientras que anteriormente no era sino un avión cada ocho días.

Seluna: Para Elena, el principal cambio fueron los aviones. Pero para Jairo y Álex el turismo se convirtió en su proyecto de vida. Los dos han sido guías turísticos.

Alex: Cada vez que tenía la oportunidad de ir a trabajar me acordaba mucho de estos muchachos, de Juan David, de Tao, de Diana, cuando se dieron la tarea, o la pela, de hacer las nombres de cada pozo de Caño Cristales. Su proyecto era ponerle una valla o un nombre a cada pozo en Caño Cristales y no, no alcanzaron a hacerlo. Entonces yo cuando tuve mi oportunidad de trabajar en Caño Cristales, trabajé 10 años, cada que iba a hacer una interpretación al caño, me acordaba de ellos y me acordaba de algunos nombres que ellos les tenían a los sitios. 

Jairo: Si vemos allá al fondo, yo personalmente veo una cara de una abuela indígena. No sé ustedes. Allá, esas rocas vea. Vemos una ceja, vemos la nariz, vemos el mentón, tun. Es Allá, la abuela indígena ¿No la saca?  Esa de ahí? No acá más cerquita.

Seluna: También me impresionó el cambio que ha sufrido el paisaje a causa de la deforestación. Los bosques que conocí están muy disminuidos, o ya no existen.
Por ejemplo, el bosque largo, el camino que tomábamos con mis hermanos para ir donde Doña Rosita está cada vez más pequeño, ya no se siente la selva. 

Alex: Es un corredor muy pequeño donde pasan los monos, donde pasan los cafuches, donde pasan los tapires, pero ya queda muy poco bosque. En ese tiempo, el bosque eran dos kilómetros, y un kilómetro de potrero. Ahorita ya son tres kilómetros prácticamente de potrero, y ya de bosque serán, 200 metros de bosque.

Seluna: Pero también sentí esperanza cuando conocí a los hijos de mis amigos, y  vi que es una generación que está creciendo con consciencia ambiental.

Jairo: Realmente lo que uno quiere de pronto para los hijos es que se empoderen de lo nuestro, de la tierra, de los bosques, porque si nos damos cuenta, el mundo entero está pidiendo selva, bosques. Entonces, si estos muchachos desde ya comienzan y se empoderan de los pocos bosques que quedan y le meten ganas a… Solventarse la vida, no con la cultura que nosotros llevábamos de la ganadería extensiva y todo ese tema; sino que les interese conservar los bosques, hacer ecoturismo y mejorar lo que nosotros, como, hicimos. Sería perfecto.

Seluna: El hijo mayor de Jairo. Ya está aprendiendo cómo funciona la vida en el campo, en el río y en la selva.

Omar: Un colino es una mata que, cuando ya crece, da plátano. Mas o menos tiene, más o menos llegó por ahí hace unos seis, siete meses.  El río lo trajo, porque no se le mira que lo haigan sembrado.

Seluna: Y hasta aprendió a bailar joropo como buen llanero.

Omar: El pase básico es, 1, 2, 3,1, 2, 3,1, 2, 3,1, 2, 3,…

Seluna: Jerzon y Elena  también tienen hijos, y trabajan allá mismo en el pueblo. Para ellos, recordar la historia de la región es una manera de que sus hijos aprendan de dónde vienen. 

Jerzon: Pues, ahorita en Cachivera, todo está cambiando. ¿Sí? Porque la juventud que había antes creció y se está dispersando y hay pocos niños. Entonces pues miramos que va a perder esa historia pero que aprenda es, cómo nosotros podríamos mejorar lo que quizás hicimos mal para que ellos aprendan de eso. 

Elena: Pues que también lo valore. Valore esos recursos naturales, valore la Tierra que prácticamente lo vio, lo está viendo crecer, ¿sí me entiende?. Entonces influirle muchos valores y muchas cosas bonitas. 

Seluna: Pensando en las nuevas generaciones, me atreví a entrar al bosque donde estaba nuestra pirámide. Fue muy triste ver todos esos escombros. Álex también estuvo hace poco.

Alex: Se cayó y ya está… no hay nada. Todo está en el piso. Allá donde estábamos era la cocina. Aquí cerca estos árboles grandes, era la cabaña grande que tenían o la biblioteca. 

Seluna: Pero, afortunadamente, no todas nuestras huellas se borraron. La esencia de lo que construimos sigue ahí. Cristal también se dio cuenta de eso cuando regresó.

Cristal: Qué rico que sigue el bosque vivo allá. Que sigue la naturaleza tan grande, cuando al lado hay solo potrero. Dónde como que está ese lugar bien guardado, donde hay pájaros y animales todavía. Me acuerdo que vi una mata de limón que tanto tuvimos dificultad para tener limones y ya cuando volví allí sí estaban (risas). O una sábila que sembramos… Una… Fique, una planta de fique súper enorme, estaba enorme. Y yo: ‘¡wow! Qué chevere!’. La mata de mango también, estaba. 

Seluna: Ya han pasado tres años después de los acuerdos de paz, pero la violencia continúa.
Uno de los frentes de las Farc que no se acogió al proceso de paz opera en La Macarena.

Noticia: Miguel Botache Santillana, alias ‘Gentil Duarte’, durante 30 años fue escalando dentro de la organización de las Farc. Era el encargado del manejo de las rutas del narcotráfico y conocido como uno de los carceleros que mantuvieron por varias décadas a soldados y políticos en las selvas del Caquetá y Guaviare. El Secretariado le había ordenado detener una posible disidencia del frente primero, pero información de inteligencia señala que hace cinco días decidió apartarse con seis de sus hombres de confianza y cerca de 4.000 millones de pesos.

Seluna: También siguen matando a la gente. La Macarena todavía no es un paraíso, pero los campesinos siguen resistiendo y construyendo sus sueños y sus vidas en medio de todo eso. A lo largo de sus vidas, nuestros amigos en la Macarena le han ganado a la adversidad.
Marilse también se casó y tiene dos hijos, Manuel, el hermano mayor de Jairo, trabaja en turismo. Doña Rosita ya tiene 83 años, es muy activa hasta monta a caballo y ahora disfruta de sus nietos.
Don Omar, el fotógrafo, hasta aprendió fotografía digital. A sus 77 años, tiene toda la memoria gráfica de La Macarena en su computador.
Y se acuerdan de Don Simeón, nuestro primer vecino, se fue del Alto Raudal, pero sigue viviendo ahí en La Macarena, en otra vereda a cinco horas a caballo del pueblo. Don Pablo, el ex alcalde del pueblo, volvió a La Macarena y se lanzó de nuevo a la alcaldía, en las elecciones de 2019, pero no ganó, su familia sigue exiliada.
Mis hermanos también construyeron sus vidas, Juan David, Tao y Cristal tienen hijos maravillosos. Carlos Mauricio sigue siendo nuestro consentido, ya terminó la universidad y se dedica a contar historias.
Gracias infinitas a nuestros amigos y amigas que nos ayudaron a construir esta serie con sus voces.
Y a ustedes, gracias por escucharnos y acompañarnos durante estos diez capítulos, y gracias por darle la oportunidad a esta historia de La Macarena, ese paraíso hermoso y complejo que nosotros recordamos con tanto amor…

Tao: Hoy cierro los ojos y me digo: ‘no, no lo hay en otro lugar del mundo’. Cierro los ojos y digo: no, ese paisaje es Cristales, es La Macarena’. Y es muy bonito. Le llevo conmigo para siempre.

Cristal: Como un lugar bellísimo, como un lugar donde te puedes conectar contigo mismo y con… Y que esa parte de ti mismo la puedes hallar también en la naturaleza y lo contrario. De hallar como la naturaleza, también eres tú. 

Sarita: Yo veo las fotos y ahí estamos con Melco. Ahí estuvimos, estuvimos tomando fotografías, estuvimos haciendo esto, estuvimos haciendo lo otro, cuando los niños se botaron acá, todo todo. No… Es que, así fue nuestra vida ¿no? Y es una historia de amor. La verdad, es una historia de amor.

Creditos: Macarena Podcast fue producido por el Colectivo Normal en colaboración con la familia Fernández Cortés y algunos habitantes de la vereda La Cachivera.
Seluna Fernández fue la narradora, diseñadora e ilustradora, también desarrolló los libretos junto a José Luis Peñarredonda. El diseño sonoro y la música original fueron creación de Enrique Chamás Türk. También contamos con la composición e interpretación de Héctor y Kedin Garzón, con la asesoría académica de Daniel Ruiz-Serna, el archivo de María Pia Quiroga y con la grabación de campo de Sian González. Ana María Martínez y Susana Angulo fueron nuestras asistentes editoriales. La edición y producción fue realizada por mi. Yo soy Andrea Díaz Cardona.
Y gracias al apoyo del jardín Botánico de La Macarena. Agradecemos especialmente a Alejandra Medaglia y a Carlos Mosquera por su apoyo durante la producción.
Y aunque este es el final de la serie, queremos seguir en contacto con ustedes. En www.macarenapodcast.com encontrarán información detallada sobre el proyecto, material exclusivo sobre cada episodio y enlaces al contenido de archivo que usamos. También les contamos lo que aprendimos sobre cómo visitar y explorar la región de La Macarena en Colombia.
Y si les gustó esta serie y quieren apoyarnos, la mejor forma de hacerlo es compartiendo el podcast con sus amigos, familiares, conocidos y en sus redes sociales. Estamos como MacarenaPodcast en Facebook, Twitter e Instagram.
¡Mil gracias por escucharnos y por ayudarnos a llegar a más oídos! Hasta la próxima.

CAPÍTULO 9: LA LIBERTAD

Intro Host: Bienvenidos a Macarena Podcast, la serie que explora cómo es nacer, crecer y morir en un lugar tan hermoso como peligroso. Si no han escuchado el capítulo anterior, pueden encontrarlo en www.macarenapodcast.com o en su aplicación favorita para escuchar podcast. Este es el capítulo 9: La Libertad. 

Seluna: Hola, en el capítulo anterior habíamos logrado huir de la masacre que se llevó a cabo a manos de las FARC en La Macarena
Y esto pasó durante los cinco días que se demoró el Ejército para retomar la zona, tras el fin del despeje.
Logramos subirnos a un avión que nos llevó a Villavicencio. Nuestro plan era pasar solo una temporada por fuera, mientras las cosas se calmaban ahí en La Macarena. La verdad es que pensábamos que podríamos volver a vivir en nuestra pirámide y retomar todo nuestro proyecto ambiental y cultural, que además sentíamos necesario en un momento tan crucial para la región y para el país.
Pero a la semana de llegar a Villavicencio, unos paramilitares fueron a donde mi tía a preguntar por Sarita, al parecer supieron que veníamos de la zona de distensión y pensaron que éramos guerrilleros.
Y pues, pensamos en hablar con ellos y explicarles la situación porque no le debíamos nada a nadie. Pero con todo lo que habíamos vivido nos parecía imprudente arriesgarnos y de paso arriesgar a la familia de Sarita que vivía ahí.
Así que entendimos que nos teníamos que estar moviendo 

Sarita: Estuvimos en Puerto López, por allá en una finca cerca de Puerto López, estuvimos en Cumaral, estuvimos en Villavicencio. 

Seluna: Hasta que decidimos que quizás en una ciudad más grande no nos encontrarían.
Entonces nos fuimos para Bogotá, La capital. Esa ciudad enorme de 7 millones de habitantes a la que solo habíamos ido algunas veces de vacaciones cuando Melco aún estaba con nosotros.
Ahí en Bogotá, al menos teníamos amigos, gente dispuesta a darnos una mano.

Sarita: Yo daba gracias que ya conocía y que me conocían y todo. Con los proyectos, con esto de Asojuntas, yo conocí a mucha gente. Tenía muchas instituciones, mucha gente… para qué… Bogotá con nosotros, como familia, yo no puedo quejarme realmente porque la gente, siempre me abrieron las puertas y siempre me ayudaron y todo. 

Seluna: Pero de todos modos, Bogotá fue una ciudad muy hostil, y muy distinta a nuestro paraíso de La Macarena.
Por primera vez, me di cuenta lo marcadas y divididas que están las personas por cuenta de los llamados estratos sociales.
Descubrí que la gente habitaba la ciudad y construía su entorno social dependiendo del estrato con que se identificara. Así que la ciudad, al igual que la sociedad, estaba toda dividida.
Tuvimos muchos problemas de adaptación. Cristal tenía conflictos con todo eso. 

Cristal: Cómo era posible uno  bañarse en una ducha cuando tenía el caño todos los días. Cómo era posible en Bogotá, esos días tan grises y tanta polución. Si yo tenía el bosque. Tenía los animales y tenía la libertad de salir sola, de ir a jugar con los gnomos del bosque.

Seluna: Es que claro, la vida en Bogotá era muy distinta a lo que nosotros estábamos acostumbrados. 

Cristal: En Bogotá, una niña de 11 años no anda sola. En cambio en La Macarena si puedes andar en el bosque, o hacer tus cosas, ser más autónoma, en cambio allá te vuelves niño. Ahora que en Macarena eras una persona libre. 

Seluna: Recuerdo que cuando llegamos, un amigo muy generoso nos dejó quedar en su casa, le ayudabamos con lo que podíamos económicamente, mientras Sarita buscaba un lugar en arriendo para nosotros.
Pero esa tarea no fue nada fácil porque nadie quería  rentarle a una madre soltera con 5 hijos.  En ese momento Juan David tenía 17, Tao 15, Cristal 11, Carlos Mauricio 7 y yo 16.
Allí pudimos estar varios meses, hasta que a nuestro amigo le llegó la familia a vivir con él y ya no cabíamos.

Carlos Mauricio: Era, un un apartamento pequeño y nosotros vivimos ahí con ellos durante un poco tiempo. Y fue esto complicado porque como era pequeño el apartamento, ehm, pues no teníamos mucho espacio. 

Sarita: Nuestros amigos, pues no podían tenernos a nosotros a todos como familia, porque éramos muchos. Entonces decían yo me encargo de uno, de dos, pero no más. Por eso nos tocó… separarnos. No teníamos dinero.

Tao Daniel: Para el bien de todos era mejor separarnos, no sólo por seguridad, sino también porque como no teníamos en realidad una propiedad donde vivir, pues tocaba vivir donde amigos, ¿no? 

Seluna: Esa separación fue muy difícil y triste. Ya les he contado todo lo duro por lo que pasamos, pero siempre estuvimos juntos, hasta ese momento.
Juan David, se fue para la casa de Carlos, un amigo que conocimos en Cristales.
Sarita, Cristal y Carlos se fueron para donde Cesar, un amigo que Sarita conocía desde joven.
Tao y yo para la casa de los padres de Juan Manuel, un amigo que nos habían conocido en Cristales.
Y para conseguir dinero, nos pusimos a buscar trabajo.

Sarita: Como yo soy contadora, entonces empecé a trabajar en contabilidad así, y por debajo cuerda, mejor dicho, no yendo a las empresas ni nada. Algunos amigos me ayudaban.

Seluna: Dicen que en Bogotá hay muchas oportunidades, pero para nosotros, la cosa era mucho más difícil porque la gente nos veía como unos desplazados. 

Sarita: Siempre los desplazados eran unas escorias. Los desplazados era, era gente indigente ¿no? La gente que no le gusta trabajar, era gente que solamente andaba en las calles era porque no les gusta trabajar. Les tiraban la puerta en la cara.

Seluna: Es que ¿Se acuerdan cuando llegó el ejército a La Macarena pensando que todo los que usábamos botas de caucho éramos colaboradores de la guerrilla?
Bueno pues, ese mismo estigma se tenía en Bogotá. La mayoría de la gente desconocía la situación real de la región, en parte porque en Colombia el campo y las ciudades siempre han estado, digamos, desconectados.
Y en parte porque lo que mostraban los medios de comunicación sobre La Macarena era solamente  la guerrilla y el fracaso del proceso de paz.
Así que además de desplazados campesinos, si contábamos de dónde veníamos inmediatamente pensaban que éramos guerrilleros.

Seluna: Yo tuve suerte porque Lithos, la mamá de un amigo que llegó a La Macarena como investigador, nos conocía. Fue ella la que me ayudó a conseguir un trabajo.
Era mi primer empleo. La idea era que ayudara en las mesas en un restaurante muy conocido ahí en Bogotá.
Yo me acuerdo que yo era muy mala mesera, se me confundían las mesas y terminaba confundiendo los pedidos también.
Por eso a los pocos días me cambiaron de puesto, me dijeron que me pusiera a hacer el algodón de azúcar y a pintar a los niños mientras sus papás comían.
En eso sí tenía experiencia, a mi me gustaba pintar, ahí me sentía mejor.
La verdad, es que el lugar no me gustaba mucho. Mis compañeros de trabajo eran muchachos con plata, de universidades privadas, y casi nadie se relacionaba conmigo. Todos me veían por encima del hombro porque yo venía de otro estrato social.
Pero me tocaba aguantarme, porque el sueldo era bueno comparado al de mis hermanos que trabajan el doble en una pizzería. 

Juan David:  Y pues nos tocaba trabajar muy duro, de seis a seis todos los días, excepto el viernes, que nos tocaba hasta las 10 de la noche. Pero, pues, mi hermano y yo no nos parecía difícil. Porque nos gustaba y porque teníamos dinero con que, con que estar, con que poder… pagar el arriendo, la comida

Seluna: Ya con trabajo nos estabilizamos un poco, y en el único lugar que pudimos conseguir que nos arrendaran un apartamento para los seis, fue en un barrio en el centro de Bogotá que paradójicamente se llama La Macarena. 

Juan David: Después de que si ya Sarita logró conseguimos un apartamento, estuvimos en el apartamento del, de La Macarena. Para mí fue un cambio súper positivo, porque pues empezando porque estamos todos unidos.

Seluna: El plan era vivir allí por un tiempo, mientras podíamos regresar a nuestra pirámide.

Cristal: Nunca…Saliendo de Macarena, pensábamos que no íbamos a volver. Nunca se pensó eso. 

Seluna: Llevábamos algunas semanas viviendo en el apartamento cuando empezaron a llamar al télefono de nuevo.

Sarita: Durábamos diez, 15 días y ya encontraban nuestro número de teléfono y nos amenazaban por teléfono. Pues, con groserías y todo y usted se va a morir y ya sabemos donde está, ya lo ubicamos y no sé qué, vamos, vamos a secuestrar a sus hijos. Entonces uno, sonaba ese teléfono y Oh Dios mío. Pero uno también con la necesidad de saber si es alguien que lo llama uno para algún trabajo o para, para hacer diligencias o algo, entonces.

Seluna: Las amenazas venían de parte de la guerrilla y el mensaje era claro: no podíamos volver a La Macarena. Nuestro plan empezaba a desbaratarse porque ahora ni Bogotá era segura para nosotros.

Sarita: Queríamos irnos para Macarena pero no podemos.

Cristal Nuestro cotidiano era huir o tener cuidado de tal carro que está parqueado a tal lado. De que si sales quién te está viendo, de quien llama y cómo respondes. 

Seluna: Todo era increíble para nosotros. Estábamos amenazados y no podíamos regresar a nuestro lugar. 

Cristal: Cómo era posible sentirme con vergüenza de vivir de escondida, comparado a antes que estaba orgullosa de mostrar dónde vivía a los turistas. 

Seluna: Nos cuidabamos todo el tiempo. Sin embargo, un día Sarita tuvo un encuentro inesperado.

Sarita: Fui a la Defensoría del Pueblo. Y me encontré con dos guerrilleros ahí. Nos estaban esperando. Y quién sale corriendo. Esto no es vida. 

Seluna: Y con ese susto llegó la noticia de que el próximo Gobierno iba a irse de frente contra la guerrilla.

Noticias: Si hay una característica de Álvaro Uribe Vélez en relación a la difícil situación por la que atraviesa Colombia en materia de lucha eh, contra la guerrilla, es que él ha prometido mano dura.

Uribe: He dicho que con autoridad democrática, eficaz, con suficiente fuerza pública, con decisión presidencial, con un presidente como primer soldado de la patria, con un millón de ciudadanos apoyando la fuerza pública transparentemente, ese día empieza el final de la guerrilla.

Seluna: Y así empezamos a escuchar más seguido noticias violentas sobre La Macarena.
Ya no había vuelta  atrás, sabíamos que no podíamos retomar la vida qué tanto habíamos luchado por conservar.

Sarita: Después me doy cuenta es que no solamente la guerrilla nos persigue sino que los paramilitares nos persiguen. Porque según ellos éramos guerrilleros ¿no? Y para la guerrilla nosotros éramos paracos. Entonces por lado y lado teníamos…

Seluna: Es difícil de creer, yo sé. Uno siempre escucha en el noticiero que hablan de la población civil, pero en el conflicto colombiano pareciera que esa población en realidad no existiera.
Nosotros sentíamos que nunca nos iban a reconocer por lo que éramos, una familia que vivía en La Macarena, porque en ese contexto de violencia, el estigma de pertenecer supuestamente a un bando nos perseguía.  
Y fue ahí, en medio de esa desesperanza, que pensamos en irnos más lejos. Me acuerdo que lo hablamos con mis hermanos y se lo dijimos a Sarita.

Sarita: Tuve una conversación conmigo y con Melco también. Yo me acordé. Con Melco habíamos dicho que nuestros hijos cuando fueran a la universidad iban a estudiar en el exterior. Es… un sueño un sueño. Entonces, era eso. Me volvió a resonar eso ahí. Nuestros hijos van a estudiar en el exterior cuando vayan a la universidad. Es el momento. Y yo, ufff…Melco pero yo no sabía que eso era así.

Seluna: Y no éramos los únicos. ¿Se acuerdan de Pablo Rojas, el alcalde del pueblo? Estaba en una situación muy similar.

Pablo: Resultamos que ni en La Macarena ni en Villavicencio. A Bogotá. Rumbo desconocido. 

Seluna: Y así como a nosotros, en Bogotá las autoridades no podían ofrecernos seguridad.

Pablo: No quisimos aceptar protección, pero sin embargo tampoco nos permitían vivir a donde nosotros quisiéramos vivir. Entonces de ahí rápido, ‘no, ustedes tienen que salir del país’. ¿Por qué? Eso fue muy duro, porque yo digo si no conozco Colombia, ¿por qué tengo que salirme a otro país?

Seluna: Varios países le ofrecieron refugio, pero no le permitían viajar con toda su familia. Me acuerdo que a Sarita le plantearon eso mismo: le propusieron irse a Chile, pero solo con Cristal y Carlos Mauricio.

Sarita: Y yo me quedo pensando. Mis hijos están en la adolescencia entrando, ellos solos: no. Eso era para una organización de una iglesia y le dije no, padre. Si no puedo salir con todos mis hijos, yo no me voy. Si mis hijos entran a la adolescencia, yo ¿cómo los voy a dejar? No me pida eso. 

Seluna: La tarea ahora era encontrar un lugar que nos acogiera a todos.

Sarita: No sabíamos a dónde nos íbamos a ir. Pa’ onde saliera…

Seluna: Aunque esa espera se nos hizo eterna, igual  estábamos positivos. 

Cristal: Sara siempre fue la berraca, la que nos sacó adelante, la que… la que hacía cosas imposibles. O sea, nunca la veíamos en estado de…Alguna debilidad. Entonces, pues nosotros tampoco. 

Seluna: No importaba para dónde nos fuéramos, solo que estuviéramos todos juntos, seguros y vivos.

Sarita: Porque pensábamos ir también a Europa, de pronto a Bélgica. O a España. Pero pues salió fue Canadá. […] 

Juan David: Y siempre pues esperando la llamada. La famosa llamada que esperamos durante dos años, de la embajada. Hasta que finalmente un día, yo no sé por qué milagro… 

Carlos Mauricio: Estábamos ahí leyendo en la Biblioteca Nacional, cuando llegó Seluna, y nos dijo pues la noticia, y nosotros estábamos pues super contentos.

Cristal: Era como la salvación. Finalmente nos aceptaron a Canadá: wow. Sí, muy contenta, muy… fue eufórico, fue ¡wow! Por fin vamos a poder volver a tener la libertad y una libertad más grande que uno se imagina. De no estar pendiente por su vida, sino por ya, por otras cosas.

Sarita: Ya en el avión y todo eso yo tenía sentimientos encontrados, tenía dolor, tenía mucha tristeza, pero a la vez también alegría y esperanza porque los llevaba a ustedes y sabía que acá iban a estudiar y que era la única forma que podrían estudiar, eso era la esperanza y lo que me llenaba el corazón.

Seluna: Finalmente, llegamos a Canadá el 7 de agosto de 2003. 

Seluna: Nuestro destino final era un pueblo pequeño en el norte de Canadá. No lo escogimos, fue Canadá quien nos asignó ese lugar.
Llegar a ese pueblo significaba pasar por una ciudad, luego tomar un bus, era muy lejos, como a 9 horas.
La noche que llegamos a Canadá, la Mona, una amiga que es amiga de una amiga nuestra, nos acogió en el aeropuerto y nos llevó a dar una vuelta por el centro de la ciudad. 

Sarita: Y esa caminata, ya me hizo sentir. no vimos un policía, uno solo, nada, ni militares ni nada. Nunca nos pidieron papeles. Como en Macarena en cada, cada, en cada esquina le pedían a uno papeles. 

Seluna: Llegamos a un hotel, mientras emigración nos buscaba un apartamento. Y ya en esa primera noche, la vida se sentía muy distinta. 

Sarita: Pero ya cuando nos sentimos libres, libre fue esa noche que llegamos allá, allá al hotel. Ufff. Dormimos. Hasta el otro día a las 11 de la mañana. Y la,  Andrea que era la persona que se encargaba de nosotros, de inmigración, estaba como preocupada porque nosotros no despertábamos, qué había pasado. No, es que por primera vez después de tanto tiempo hemos podido dormir bien. Ahí nos dimos cuenta. Qué uffff, fue quitarnos esas toneladas de peso que teníamos encima y fue dormir a pierna suelta. 

Seluna: Es que desde la muerte de Melco, yo siempre viví con miedo. Recuerdo que cuando llegamos a Canadá, por fin deje de sentir eso.

Seluna: La adaptación a una nueva cultura implicaba muchas cosas, no fue fácil al principio.

Juan David: Para mí era como volver a nacer, sinceramente. Porque el hecho de que uno no pueda expresar qué es lo que quiere, y es como cuando un niño llora, él llora y no sabe exactamente qué es lo que quiere. Íbamos a la tienda y no sabía ni siquiera cómo comprar lo que uno necesitaba.

Seluna: Mis hermanos y yo, pues nos adaptamos mucho más rápido que Sarita. Eramos mucho más jóvenes.

Sarita: Las personas de aquí no son como los latinos que te ayudan, simplemente si no te entienden y cuando uno viene de una parte, donde uno, siendo un líder y que todo mundo te pone cuidado, y que todo mundo te escucha, y ahora uno es un simple ciudadano, eso y nada más. Eso es duro porque uno se acostumbra a, a la cultura colombiana. 

Seluna: Yo me di cuenta del cambio tan grande que Sarita tuvo que vivir aquí. Ella dejó de ser esa mujer lideresa en la que se había convertido en La Macarena.  Ahora le tocaba empezar de cero. Hasta nos tocó aprender a hablar. 

Sarita: Uy fue muy duro, fue muy difícil. Había varias cosas. Primero el hecho  que para mi la comunicación es primordial. Tener cinco hijos en el colegio, en la escuela y que vaya a reuniones de padres de familia, que lleguen cartas, que lleguen todo eso y yo no sé nada, entonces yo decía a qué voy a una reunión de padres de familia si yo no entiendo, cuando las cartas me daba pena estar, eso también me dio duro porque yo jamás he dependido de nadie, eso creo que fue de lo más difícil. Yo no dependí, nunca he estado acostumbrada a depender de alguien y tener que llamar a migración y tener que decirle a esta niña que nos atendió de migración venga que hay unas cartas y yo no sé qué, eso me parecía muy mal, no, me sentía muy mal, yo cogía el diccionario y palabra por palabra y al fin lo que yo pudiera interpretar. 

Seluna: Ella no pudo volver a ser esa mujer valiente e influyente que fue en Colombia. 

Para adaptarse, tuvo que entrar en el sistema del que tanto luchó para salir, cuando tomó la decisión de hacer su vida en La Macarena con Melco.

Sarita: Trabajar en una empresa de producción en serie de jugos y donde uno empieza a trabajar ahí, que es mano de obra y que uno tiene que manipular. Todo lo, todas las botellas y todo lo que sale mal, uno es el que tiene que arreglarlo, tiene que, yo decía que bultear, era coger cajas pesadas, arrume, para un lado, para otro, terminaba muy cansada, pero después por ejemplo ver, solamente poner cuidado qué botellas salían mal, que estaban malas tenía que sacarlas de la línea y yo, yo decía: Dios mío yo qué estoy haciendo acá, viendo pasar botellas, en eso se convirtió mi vida, en ver pasar botellas. 

Seluna: Así que nos pusimos la meta de regresar a La Macarena para que Sarita retomara su vida. Yo quería verla brillar de nuevo. Les sigo contando en el próximo capítulo.  

Creditos: Macarena Podcast fue producido por el Colectivo Normal en colaboración con la familia Fernández Cortés y algunos habitantes de la vereda La Cachivera. Pueden escucharnos en Soundcloud, en su aplicación favorita para podcast o en nuestra página web, en donde también encontrarán contenido exclusivo, créditos y enlaces al material de archivo, todo esto y más en  www.macarenapodcast.com. Y si les gusta nuestro proyecto, consideren apoyarnos recomendando el podcast a sus familiares, amigos, conocidos y en sus redes sociales. Estamos como MacarenaPodcast en Facebook, Twitter e Instagram.
Gracias por escuchar y por ayudarnos a llegar a más oídos… Los esperamos en el próximo capítulo.

CAPÍTULO 8: LA LISTA

Intro Host: Bienvenidos a Macarena Podcast, la serie que explora cómo es nacer, crecer y morir en un lugar tan hermoso como peligroso. Si no han escuchado el capítulo anterior, pueden encontrarlo en www.macarenapodcast.com o en su aplicación favorita para escuchar podcast. Este es el capítulo 8: La Lista. 

Seluna: Hola. En el capítulo anterior, Sarita  es reconocida como líder social importante en La Macarena, y eso la pone en el radar de las
FARC, que mandaba en el pueblo durante la zona de distensión. Hasta los altos comandantes le pedían explicaciones.

Sarita: Me hace retenciones a medio día que a hablar con ellos, ahí conocí a esta gente al Mono, a Raúl Reyes, a este Iván Márquez. Y hablando con ellos, era que ellos me exigían, me exigían, que yo tuviera que pedirles permiso para hacer reuniones, para los proyectos que íbamos a hacer, todo. 

Seluna: Pero Sarita en medio de todo se sentía segura porque el acuerdo de la zona de distensión era una garantía. La guerrilla no podía atacar líderes sociales porque la noticia significaba que estaban inclumpliendo lo pactado. Y bueno, también porque ella no estaba haciendo nada ilegal o indebido, al contrario, estaba haciendo trabajo comunitario. 

Sarita: Yo les dije, que se me hacía imposible eso porque, si ellos eran mejores que el Ejército, cuando estaba el Ejército, yo no tenía que sacarle permiso al ejército. Entonces ¿por qué tengo que pedirle permiso a ustedes para eso? Si ustedes son mejores que ellos. Y los proyectos y todo… Yo nunca le pido permiso a ellos ¿por qué tengo que pedir permiso a ustedes? Además, no es mi proyecto, los proyectos se hacen en comunidad.

Seluna: Y cuando la convocaron, junto a todos los habitantes de la vereda de La Cachivera, a una reunión para explicar unas medidas que iban a implementar, Sarita siguió firme.

Sarita: Habían sacado los tales decretos de la guerrilla. Si usted tiene tantos hijos y no tiene ninguno en la guerrilla tiene que pagar. Por mayores de 14 años, ya no me acuerdo cuánto. Si usted tiene una yegua tiene que pagar tanto, si usted tiene un motor tiene que pagar tanto, si tiene tantas cabezas de ganado tiene que pagar por cada cabeza de ganado.

Seluna: Y entonces, Sarita se puso a hacer las cuentas.

Sarita: Entonces yo salgo, con tiza en mano, y le hago todo un esquema de cuánto valdría mi familia para ellos ¿No? Entonces les escribo: tengo tantos hijos. A 100.000 cada uno, vale tanto. Cada mes, porque cada mes. Tengo una yegua, que está parida en no sé qué…Y qué y ya como la yegua está parida ¿ya tengo que empezar a pagar por la potranca? Y así la gente te miraban, como… Y sigo haciéndole esto. Tengo un motor pero lo tengo dañado… Entonces cuando lo arreglen ¿cuando tengo que pagar? No tengo ganado.Y así. Y le hago la suma ¿No?.

Seluna: Es que además de injusto no era nada realista lo que ellos estaban pidiendo.

Sarita: Entonces, yo tengo que pagar 650 mil pesos al mes a ustedes. Y mire yo como cuánto me gano como profesora, que enseño allá el colegio León XIII, aquí está mi recibo, me ganó 280 mil ¿Qué hago señores? Me quedo debiendoles a ustedes Entonces a lo último que todo mundo, en medio de ese terror que había, vengo y les digo: -Tengo una perra que se llama Camila. No, pues sí dígame porque usted sabe nosotros queremos los perros para mi Camila eso es también de la familia. -“No los perros no incluyen” Pero ya todo el mundo como uffff. Y yo termino y le digo al tipo: -Yo quedo debiendo a ustedes. Entonces todo el mundo: ¡profe, profe! A mí también hágame eso, a mí también me, a mi… Entonces todo el mundo empieza a pedir de que yo les haga el balance de sus ingresos y sus egresos de acuerdo a la ley. 

Seluna: Pero Sarita no era la única, Oscar, un joven líder en el pueblo también estaba inconforme con la situación

Óscar: La guerrilla a pesar de que estuvo tres años en zona de distensión y que tuvieron el control del pueblo pleno. La verdad siento que no ganaron la simpatía que esperaban de La Macarena o del pueblo.

Seluna: Era un ambiente de tensión y el problema mayor llegó cuando Las FARC anunciaron la construcción de una carretera que conectaría a La Macarena con Villavicencio. Aunque parecía una noticia muy positiva, que podía solucionar en parte el aislamiento del pueblo, nosotros en lo que no estábamos de acuerdo era porque iba a pasar por Caño Cristales y atravesaría el único sector de la reserva de La Serranía de La Macarena que no había sido colonizado.

Óscar: Ellos querían hacer una una vía muy recta, muy alta, donde implicaba mucho relleno y el relleno lo estaban sacando de los lados de esa ruta. Pues es una zona protegida y además acabando con bellosías y las plantas endémicas. 

Seluna: Además, la guerrilla le estaba exigiendo a la gente dar jornales, o días de trabajo por familia, para abrir la carretera. El argumento de la guerrilla era que traerían finalmente progreso, así que la comunidad tenía que trabajar para ello.
Así que Sarita aprovechó su cargo como presidenta de Asojuntas, para hablar con los campesinos y explicarles las consecuencias de esa obra. Y si bien muchos no entendían la importancia de la conservación ambiental, la mayoría estuvo de acuerdo en que era muy injusto que les tocara ser la mano de obra.

Óscar: Había un grupo de personas que nos oponíamos a la carretera que estaba haciendo las FARC hacia Caño Cristales. Y pues ella era la que más se notaba en esa oposición. 

Seluna: Si, Sarita ya estaba más que fichada por la guerrilla por el tema de las cuentas sobre los impuestos injustos y ahora por lo de la carretera.
Además, no les he contado algo importante. Durante el despeje las FARC hacían reuniones periódicas en el pueblo de asistencia obligatoria. Todos teníamos que ir, el comercio entero tenía que cerrar y nos concentramos en el parque por más o menos una hora.
Y en una de esas reuniones, lanzaron una amenaza directa a Sarita

Sarita: La presidenta de Asojuntas… Ella tiene una capacidad de hablar, que les lava el cerebro a ustedes. Ella habla muy bonito, pero no se dejen creer de ella, no sé qué, porque van a tener problemas con nosotros.’ 

Óscar: Entonces esa era como la, la incomodidad, no por la vía sino por el daño ambiental que se estaba haciendo en su momento. Y se escuchó alguna vez que quisieron… Que quisieron silenciar a Sarita.

Seluna: Era a finales de 2001 y Sarita entraba a hacer parte de una lista negra de la guerrilla, cuando la situación política estaba a punto de explotar.

Noticia: El 15 de julio de 2001 las Farc secuestraron al gobernador del departamento del Meta, Alan Jara, cuando se desplazaba en un vehículo de la ONU. El 29 de septiembre de 2001 las Farc asesinaron en cautiverio a la exministra de Cultura, Consuelo Araújo Noguera. 

Seluna: Y al mismo tiempo, el Gobierno se preparaba militarmente con la ayuda de Estados Unidos, y todo esto pasaba en medio de negociaciones para conseguir la paz. 

Noticia: En el gobierno de Andrés Pastrana se concibió el llamado Plan Colombia, un acuerdo con Estados Unidos para combatir el tráfico de drogas ilícitas, generar una revitalización social y económica y terminar el conflicto armado. El Ejército Nacional recibió una importante ayuda militar, como helicópteros para fortalecer la lucha contra la guerrilla izquierdista, los paramilitares de ultraderecha y el narcotráfico.

Seluna: Y como la situación era tan delicada, nosotros empezamos a tener una rutina diferente: por un lado Sarita tenía que informarnos de todo lo que hacía, y era imposible que saliera de la zona de distensión porque afuera la guerrilla si podía tomar represalias.
Esa fue una de las estrategias que tomamos para que no pudieran hacernos nada. Porque desafortunadamente a los campesinos los mataban y nadie fuera de la región se enteraba.
Estábamos en esas, cuando el proceso de paz estaba a punto de romperse. Cuando en enero de 2002 apareció una esperanza, el gobierno y la guerrilla por fin reportaban avances.

Pastrana: Colombianas y colombianos, a las doce de la noche del día de hoy vence la prórroga de la zona de distensión. Éste era el tiempo para que las FARC demostraran su voluntad de excluir a la población civil del conflicto, mediante la definición de fechas concretas y verificables para llegar a acuerdos de paz. Las fechas y temas son los siguientes: Primer borrador sobre disminución del conflicto: 2 de febrero. Estudio de borradores presentados por las partes sobre la tregua con cese de fuegos y hostilidades: desde el 20 de febrero. Firma de primeros acuerdos: 7 de abril.

Seluna: La vida en La Macarena siguió igual . Ya habían pasado tres años con muchas prórrogas. Todos estábamos convencidos de que en abril seguro extenderían más el plazo de la zona de despeje. Pero el 20 de febrero de 2002 recuerdo que Sarita estaba en el pueblo, mis hermanos y yo estábamos en la pirámide cuando escuchamos la radio.

Pastrana: He tomado la determinación de no continuar con el proceso de paz con las Farc. Este grupo guerrillero con sus acciones y con su actitud se ha encargado de cerrarle la puerta a la solución política, por lo anterior he decidido poner fin a la zona de distensión a partir de la medianoche de hoy, y he dado todas las órdenes del caso a nuestras Fuerzas Militares para que retornen a dicha zona teniendo especial cuidado en la protección de la población civil.

Seluna: No podíamos creer lo que estaba pasando. Hacía tan solo un mes habían anunciado que todo continuaba y ahora quedábamos a la deriva.
Sarita y todas las personas que habían sido amenazadas durante esos años de despeje se sentían en peligro.

Sarita: Claro, tengo que, tengo que esconderme. Porque no había, no había solución. La solución era esconderme y esconder los niños. 

Seluna: Cuando Sarita se enteró fue de inmediato a buscarnos y nos dijo que teníamos que irnos al pueblo. En la casa podrían ir el ejército o la guerrilla a hacernos algo y nadie se iba a enterar.
Todo era muy confuso, aunque el presidente dijo en su discurso que ayudaría a la población civil la realidad era otra. Todos estábamos muy vulnerables. Por un lado, la guerrilla podía tomar represalias y por otro, el ejército podía asumir que éramos guerrilleros.
Nos escondimos en una pieza en la casa cural. Lo primero que hizo Sarita, llegando al pueblo, fue anunciarnos con la defensoría del pueblo. Ella creía que si todos nos veían y sabían de nosotros, correriamos menos peligro.

Óscar: La guerrilla entregó la zona, esperó las 24 horas, como el ejército no llegó ellos retornaron con lista en mano y venían por muchísima gente, incluso en ese tiempo se hablaba que también buscaban a Sara, que también buscaban al alcalde, que buscaban al personero del momento, que buscan al secretario de Gobierno. 

Seluna: Sí, Sarita y el alcalde estaban de primeras en la lista. Yo tenía muchísimo miedo, y la cosa cada hora se ponía peor.
Yo me acuerdo que en el cuarto en el que estábamos escuchábamos los disparos cuando mataban a alguien y luego pasaba un señor en bicicleta, anunciando quiénes habían sido los asesinados. 

Juan David: Me acuerdo muy bien que mi mamá llego súper, súper asustada y en un momento no lograba entender porqué. Y pues después de una explicación rápida nos dio a entender que, pues que estaban matando a la gente; y pues ella está hablando y escuchamos en todo momento en disparos y gente que gritaba. 

Seluna: Era gente que conocíamos, personas ahí del pueblo, vecinos, amigos. Y algunos que estaban en la misma situación que nosotros, llegaban a pedirle ayuda a Sarita.

Tao: Me acuerdo que nos enteramos era que el grupo se iba agrandando y cada vez que se iba agrandando había una muerte más. O sea que una muerte aparecía, o la noticia aparecía con una persona que llegaba, ‘mataron a tal’. Entonces ese grupo crecía. Cada vez que era como que… como que ya no queremos que más gente llegara, porque cada vez que gente llegaba a refugiarse en nuestro escondite era una muerte más 

Sarita: Entonces llega el muchacho que le mataron al papá y al hermano y me dice ‘a mí también me van a matar y no sé qué’ que camine yo voy y lo escondo.

Seluna: Ese muchacho era Óscar. 

Oscar: También tuve que esconderme, porque pues eran… Mataron a mi papá, a mi hermano y… No, pues estaba aquí en la casa y cuando alguien me dijo, ‘mire que a su papá se lo llevó Fulano de Tal en una moto y los están buscando a ustedes también’. 

Sarita: Y viene la Defensora del Pueblo, la Defensora del Pueblo y yo resulto escondiéndola también, pa’ que no la maten, porque la iban a matar. 

Seluna: A pesar del riesgo que ella misma corría, Sarita no dudaba en ayudarlos.

Sarita: Bueno yo solamente en ese momento pienso, esto es lo que tengo que hacer ¿no? Tengo que esconderlos, porque yo no sería capaz. Yo decía, yo no soy capaz de saber qué esa la persona la van a matar y yo pudiéndolo haber sacado del camino y no lo hice y después verlo muerto… no me lo perdonaré jamás en mi vida. Jamás. Y por eso empecé a hacer eso ¿no?.

Seluna: Incluso les llevaba comida.

Óscar: Sarita era la única que nos llevaba por ahí arroz, aguapanelita, alo porque duramos siempre días, tres días escondidos y solo comimos y tomamos lo que Sara nos llevó o nos mandó.

Seluna: En ese momento, comunicarse con el mundo exterior era crucial. Pero, Telecom, la empresa estatal de comunicaciones, era la única alternativa. Así que nos tocaba salir para llamar. Yo acompañé Sarita.

Sarita: Y voy por el camino, me encuentro con el personero, que va en una moto y lo paró y le dijo: señor Personero ¿ya habló con…? ¿Ya llamó a Villavicencio pa decir que nos están matando? Me dice: ‘No yo voy a ir a recoger los muertos, yo voy a hacer no se que’ y me da una furia y yo le empuje la moto y le dije: los muertos, muertos están. Usted tiene que ver es por las personas que quedamos vivas. 

Seluna: Es que ni siquiera, el alcalde del pueblo de la época, don pablo Rojas, sabía lo que estaba pasando. Él estaba en Villavicencio por esos días y la noticia lo sorprendió en el aeropuerto, cuando ya iba de regreso para La Macarena.

Pablo: Al pasar, a, cómo se llaman, los controles en el aeropuerto en Villavicencio no me dejaron pasar. Dijeron: ‘No, ¿es que usted no sabe que lo que está pasando?’ Yo dije: ‘em, no sé’. ‘No, pues que se acabaron los diálogos. y si usted está de altísimo riesgo, usted no puede entrar a La Macarena’. Y yo: ‘¿Por qué no? ¿Quién lo impide?’ ‘No, nosotros mismos estamos llamados a cuidarnos, por orden del Ministerio de Interior usted no debe estar en Macarena.  

Seluna: Y mientras tanto en el pueblo nos estaban masacrando, así que aunque era muy peligroso, teníamos que avisar de alguna manera porque nadie se arriesgaba a hacerlo.
Con Sarita logramos llegar a Telecom.

Sarita: Y eso era el montonón de gente pidiendo llamadas y eso ahí que en una lista entonces eso… yo fui me anoté y eso quedaba… lejos de esa lista. Y después yo me voy. Porque la Defensora del Pueblo me dijo: vaya hasta la oficina y me recoge el computador. 

Seluna: Todo parecía estar saliendo bien. Recogimos el computador que era muy importante porque tenía toda la información confidencial de la defensoría del pueblo y ya estábamos de vuelta en Telecom.

Sarita: Y viene una señora y me dice ‘profe, escóndase porque esos tipos que vienen allá vienen buscándola’. [pausa] Y yo ¿qué? Venían como a 100 metros…y yo estos tipos me mataron acá ¿yo qué hago? 

Seluna: Y yo no sabía qué hacer tampoco

Sarita: Y yo pensé en la niña. Yo no puedo, yo no quiero que la niña vea cómo me matan. Entonces yo llego y le digo así: Seluna, Dianita, ve lleva el computador, ve a la casa y se está con sus hermanitos y está allá, pero tranquila que a mi no me hacen nada, váyase tranquila, váyase tranquila

Seluna: Sarita no fue muy clara pero me insistió que me fuera, así que le hice caso. 

Sarita: Entonces yo sigo caminando. Y miro a un señor con una carreta grandota con un poco cosas allá adentro. Y era que como habían dicho que iban a, iban a bombardear la Alcaldía, entonces toda la gente de por ahí alrededor se estaba saliendo. Todo mundo se estaba trasteando, estaba… ese señor estaba… Y yo llegué y me le metí a la carreta. Yo vi eso y yo me metí. En un solazo que estaba haciendo y él llevaba un plástico encima negro. Yo me le metí, yo me envolví, yo me volví así de chiquitita. Yo me puse en posición, posición fetal y ahí me quedé.

Seluna: Pasaban y pasaban las horas y nada que Sarita regresaba. Nosotros estábamos muy preocupados y en un momento yo decidí ir a la Cruz Roja a preguntar si sabían algo de ella.
Cuando llegué y la ví, uff, me volvió el alma al cuerpo.
Sarita había logrado escapar con la ayuda del señor de la carreta y estaba ahí intentado buscar protección, pero ellos no pudieron ayudarnos. Solo nos anotaron en una lista de personas de alto riesgo. Entonces nos regresamos al cuarto en donde todos estábamos.
Sarita decidió esconderse en otro cuarto, pues ella no quería que viéramos nada en caso de que la encontraran.
Y sí pasamos cuatro noches. Estábamos muertos del susto. Teníamos que estar muy callados, porque sabíamos que la guerrilla estaba rondando la casa cural.
Hasta que en la noche del 25 de febrero escuchamos caer bombas ahí al lado del pueblo. Nosotros las sentíamos como si fueran en el patio de la casa donde estábamos. 

Óscar: La verdad sentía que, que, que la onda me pegaba en la cara.

Seluna: La cosa es que no sabíamos si era la guerrilla que definitivamente se había tomado el pueblo, o si era que el ejército había llegado. Era una situación muy confusa y de mucho miedo. 

Óscar: Finalmente si llega, llega el Ejército. Irónicamente, eso fue cuestión de alegría. Nunca pensé que me fuera a alegrar de escuchar bombas, tantas bombas…

Sarita: Llegó bombardeando. Y cogieron a mucha gente que porque tenían botas. Porque los guerrilleros usaban botas ecuatorianas entonces, el que usara botas ecuatorianas allá lo cogían. 

Seluna: Es que ese siempre fue el proceder del ejército con los campesinos: estigmatizarlos como colaboradores de la guerrilla sin tener mayor pruebas. En La Macarena todos usamos botas de caucho porque son la alternativa más cómoda y económica para caminar en el monte. Eso no es ningún distintivo de la guerrilla.
Pero esta forma de proceder del ejército reflejaba también el prejuicio que había en las grandes ciudades hacia quienes vivíamos en la zona de distensión.

Sarita: Y el Ejército se hizo alrededor de la casa de la cultura, estaban todos en casas de campaña ahí, durmiendo, ahí. Y nosotros nos metimos en la Casa de Cultura, porque nos sentíamos como protegidos ahí.

Seluna: Y con los soldados, también llegaron los primeros aviones. Sarita tenía un cupo para ella y solo para dos de nosotros. Eso implicaba que los otros tres tendrían que quedarse a su suerte.

Sarita: Para mi y dos niños, mejor dicho, no, Yo no… yo ¿cómo me voy a ir así? Y entonces se presentó un señor, que no estaba en la lista, que lo iban a llevar. Era el señor que hacía de payaso en el pueblo. Su trabajo era payaso. Tenía un niño y al tipo lo habían perseguido y tenían el brazo aquí herido y todo eso y él le rogaba a ellos, que por favor lo echaran al avión. Yo le dije al payaso: váyase usted, váyase usted con el niño, váyase
-Profe pero..
Le dije: le doy mi puesto, váyase 

Seluna: Así que pasamos una segunda noche escondidos ahí con el ejército. Mientras tanto al alcalde lo mandaban a Bogotá 

Pablo: Ya tuve que aceptar las medidas de protección que el Gobierno me brindaba. Ni siquiera me dejaron en Villavicencio, me dijeron no usted tiene que irse es para Bogotá. Me mandaron, ni siquiera por tierra me dejaron ir. Me mandaron los pasajes y me sacaron por aires hacia Bogotá con mi esposa y mis hijos. Entonces mi hijo tuvo que renunciar. Apenas estaba empezando a la universidad. Tuvo que renunciar a todo. Abandonar eso fue algo trágico para nosotros.  

Seluna: Al otro día de pasar la noche ahí en la Casa de la Cultura, pudimos conseguir un avión que nos sacara a todos para Villavicencio.
Nosotros logramos salir, y tuvimos muchísima suerte: 

Tao Daniel: Cuando veo películas y estallan bombas y la gente se pone, se acurruca y se bota a la tierra para protegerse de no sé qué. Pues eso me hace pensar, porque en realidad eso fue lo que vivimos. Es como si yo fuese sido parte de una película de guerra en un largo capítulo de esa película que en realidad llega siendo, llega a ser. La película nuestra. 

Seluna: Entre el 23 y 25 de febrero, de 2002 más de siete personas fueron asesinadas por las FARC ahí en el pueblo de La Macarena.
Ellos eran amigos de la familia, muchos de ellos líderes, profesores, muy conocidos y respetados en el pueblo. Hoy, su memoria sigue viva entre quienes sobrevivimos a esa masacre. Y en su memoria quisiera dedicar unos instantes de silencio.
A muchísimas más personas les tocó dejar sus vidas botadas e irse de La Macarena. 

Pablo: Cuando yo me monto en ese avión empiezo a decir ‘Señor, por qué, si he procurado portarme bien, he respetado a las autoridades, he respetado este país, he respetado a la gente y ahora tengo que salir así, y el que hace maldad tiene que quedarse tranquilo. ¿Por qué, Dios mío? 

Seluna: En cuanto a nosotros, la idea era que este nuevo exilio iba a ser solo por unas semanas. Pues ya lo habíamos vivido, y estabamos seguros que en la ciudad no podíamos llevar la vida por la que tanto habíamos luchado. 

Sarita: Nosotros no queríamos salir por nada del mundo de allá. Además, salimos en el mejor momento de nuestras vidas

Seluna: Pero nunca nos imaginamos lo que estaba por venir… En el próximo capítulo les sigo contando.

Creditos: Macarena Podcast fue producido por el Colectivo Normal en colaboración con la familia Fernández Cortés y algunos habitantes de la vereda La Cachivera. Pueden escucharnos en Soundcloud, en su aplicación favorita para podcast o en nuestra página web, en donde también encontrarán contenido exclusivo, créditos y enlaces al material de archivo, todo esto y más en  www.macarenapodcast.com. Y si les gusta nuestro proyecto, consideren apoyarnos recomendando el podcast a sus familiares, amigos, conocidos y en sus redes sociales. Estamos como MacarenaPodcast en Facebook, Twitter e Instagram.
Gracias por escuchar y por ayudarnos a llegar a más oídos… Los esperamos en el próximo capítulo.

CAPÍTULO 7: EL DESPEJE

Intro Host: Bienvenidos a Macarena Podcast, la serie que explora cómo es nacer, crecer y morir en un lugar tan hermoso como peligroso. Si no han escuchado el capítulo anterior, pueden encontrarlo en www.macarenapodcast.com o en su aplicación favorita para escuchar podcast. Este es el capítulo 7: El despeje. 

Seluna: Hola, en el capítulo anterior, regresamos a nuestra casa después de pasar unos meses muy difíciles en Villavicencio.
Poco a poco retomamos nuestra vida, pero el dolor y el miedo seguían siempre con nosotros.
Para recuperar la voz, Sarita decidió retomar sus planes, y estos no eran pocos: Formalizó la fundación Pangea como una institución sin ánimo de lucro y empezó a buscar financiación. 

Sarita: Habíamos logrado como… Cómo hacer una resiliencia, realmente y encontrar el verdadero espíritu que teníamos con Melco, que era la conservación y la parte cultural y había que transformar la cultura para que la gente empezara a conservar.

Seluna: Además, retomó su trabajo como profesora, pero esta vez en el colegio del pueblo. Con ese salario lograba sostenernos a todos. Y al mismo tiempo, empezó a estudiar a distancia  una licenciatura en educación ambiental y desarrollo comunitario.

Sarita: Y otra cosa es que yo tengo que estudiar. Voy a estudiar. Porque así yo tengo que ser responsable con la universidad y tengo que presentar trabajos y tengo que hacer esto, esto y esto y me dinamizo. 

Seluna: Eso también ayudó a Sarita a superar la tristeza. Había mucho que hacer con la comunidad en La Macarena porque históricamente han habido muchas carencias.
La Macarena es un lugar en el que ha habido muy poca presencia del Estado y ha sido una presencia, en ocasiones, contradictoria.
Por ejemplo, ¿se acuerdan que en el capítulo cuatro hablamos de la época en la que el gobierno decide enviar aviones de la fuerza aérea con gente para poblar?
Era en los años 60s. Para ese entonces la Serranía de La Macarena llevaba más de 30 años como primera reserva biológica declarada en Colombia, eso fue en 1933. Era un decreto oficial, pero olvidado en los archivos porque no había un política sólida que protegiera y conservara la zona. Tanto así que enviaron gente a vivir allí.
Y la situación se complicó aún más, cuando en 1971 La Macarena es declarada Parque Nacional Natural. Era otro formalismo crucial para la conservación del medio ambiente de la región, pero que se quedó en papel por mucho tiempo, porque no hubo control del Estado para organizar lo que ahora era parque.
Esto siempre ha traído tensiones entre las autoridades ambientales y los campesinos que llegaron a habitar la Macarena. El hecho de que ellos vivan en un área protegida los convierte en ocupantes ilegales. Y eso significa que no tienen derecho a tener títulos de propiedad sobre su tierra, ni cualquier ayuda financiera del Estado.
Así que la gente ha sobrevivido, con los pocos recursos que consiguen con su trabajo en la tierra.
En los 80s, la gente intentaba  sacar los productos agrícolas, pero eso siempre ha sido muy difícil porque no hay vías de acceso, lo que hace que cualquier proyecto productivo sea muy poco viable. Don Pablo Rojas recuerda cómo su familia tuvo que lidiar con esa situación.

Pablo: Había una sola embarcación motorizada, venía cada 15, cada 20 días aquí al pueblo, y era el único medio de pronto de encargar la sal o algotras cosas indispensables, la, la, la candela. Era bastante limitante la situación para salir del pueblo. No había camino. 

Seluna: Y en medio de ese vacío, comenzaron a llegar los cultivos de uso ilícito. Esos sí era un buen negocio porque son una mercancía muy liviana y fácil de transportar y en algunos casos, incluso, llegaban compradores hasta las fincas. Primero fue la marihuana y después fue la coca.

Pablo: Vinieron personas que a contaminar la tierra de La Macarena, ofreciendo semillas, ofreciendo mercados, ofreciendo garantía de precios de compra, unos precios muy altísimos por el producto.

Seluna: Ese negocio comenzó a provocar algunos hechos violentos en la región porque con la abundancia de dinero también llegó el alcohol, la prostitución y los excesos.

Pablo: Se oía decir que las personas empezaron a cultivar cada uno hacía su propia, ejercía su propia autoridad.

Seluna: Es que La Macarena, y en especial los Ríos Duda y Guayabero, han sido una de las zonas de influencia de la guerrilla desde sus inicios en los 50s.
En esa época la guerrilla estaba conformada por grupos campesinos que se alzaron en armas para protegerse de los abusos del gobierno conservador y fue hasta 1964 que se formalizaron como Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC con el objetivo de llegar al poder en Colombia

Comandante FARC: “el comité central de nuestro partido nos está acompañando y no solo nos acompaña, sino que dirige la acción heroica de la resistencia”

Seluna: Desde el año 1965, se fueron extendiendo en la región de la Serranía de la Macarena. Así lo contó Alfredo Molano, un gran amigo de Melco que dedicó su vida a recorrer la colombia rural.

Alfredo Molano: Como del sur de Villavicencio hacia la zona del Caquetá. Ahí es donde ellos se establecen y tienen más fuerza.

Seluna: Con los años, fueron creciendo en el monte, lejos de las zonas urbanas. Y en la década de 1980, cuando toda nuestra historia comienza, ya eran suficientemente fuertes para ser parte de la vida cotidiana de La Macarena. 

Alfredo Molano: El Estado realmente no tenía una presencia ni en servicios públicos ni en carreteras. Pero la guerrilla ya comenzaba a hacer lo que ellos mismos llamaban el estado fluido, un estado que era y no era.

Seluna: Y en esos años, según dicen algunos en el pueblo, tenían una buena relación con la gente.

Pablo: Fueron justificando la presencia de la guerrilla y el pueblo mismo miraba como la necesidad de que hubiera un control y ellos se presentaron siempre como, como una garantía para que hubiera tranquilidad, para que hubiera respeto en la zona. 

Seluna: Pero a mitad de la década de los 90, cuando regresamos a vivir a Caño Cristales, a nuestra casa, después de la muerte de Melco, la guerra entre guerrilla y ejército se fue haciendo muy intensa, y todo el tiempo veíamos militares. 

Cristal: Los helicópteros, de venir a ametrallar al lado, eso, eso da mucho miedo. Da mucho miedo. Y es esa impotencia delante de ellos, como tan arrogantes y que llegan, y ellos son los que mandan y ustedes tienen que rendirnos cuentas. Y sentise tan pequeño delante de esa autoridad en ese tiempo.

Seluna: Nosotros nunca tuvimos  buena relación con ellos.

Cristal: El miedo del ejército. El miedo de estar en esa zona y que te confundan, o que te digan que eres guerrillero y que llegan a tu casa a amenazarte. 

Seluna: Si, yo me sentía igual a Cristal. Había que andar con mucho cuidado. 

Cristal: Si, ahora me acuerdo ese, ese sentimiento de siempre, estar a la guardia, siempre, ser impecable en todo lo que dices, en tus acciones y cómo te, cómo te comportas, la imagen que das a los otros. Y si tus, los desplazamientos, porque siempre estás en peligro justamente en esos momentos tan tensos políticamente.

Seluna: En esas estábamos cuando, en 1998 sucedió algo muy importante en el país…

Pastrana: Apoyados en la constitución y en la ley, que juré cumplir como presidente de Colombia y con la confianza irrestricta en la capacidad de reconciliación de los colombianos, he tomado esta noche la decisión de ordenar el despeje, por parte de la Fuerza Pública, en los municipios de La Uribe, Mesetas, Macarena, Vistahermosa, del departamento del Meta, y de San Vicente del Caguán, en el departamento de Caquetá. 

Seluna: Ese discurso de Andrés Pastrana, el presidente de Colombia de la época, nos dejó fríos. El gobierno estaba negociando la paz con las FARC y la idea era garantizar una zona sin militares para que las dos partes pudieran negociar.
Para el país, la noticia era una esperanza de terminar con una guerra que llevaba décadas.  Pero eso significó para muchos habitantes de La Macarena, que el Estado los abandonaba del todo dejándolos a merced de un grupo ilegal como las FARC. 

Pablo: Eh, la sorpresa para nosotros es, cuando el presidente dice que el municipio Macarena hace parte de la zona de distensión, esa fue la peor noticia. Quedamos asombrados, sin palabras.
No comprendíamos el por qué, porque es que inclusive hacía muy poquito e inclusive un comandante del Ejército decía a la comunidad, estén seguros que siempre irá a haber la fuerza pública aquí’. Estamos para defenderlos y no es la guerrilla la que va a mandar’, en fin.

Seluna: Lo cierto es que casi tres meses después del anuncio, el 7 de enero de 1999, se instaló la mesa de negociación en San Vicente del Caguan, un municipio al lado de La Macarena. 

Noticia: “Mire, mire, mire la imagen del presidente solo. Esta mesa debería ser compartida en este momento por los dos, por Pastrana y por Manuel Marulanda, pero solo, solitario, aplaudiendo su propio esfuerzo de paz que tiene esta primera gran frustración. No viene Tirofijo” 

Seluna: Esa era la gran noticia. El presidente sentado solo esperando al lado de una silla vacía y empezando un proceso de paz sin la presencia del representante mayor de las FARC.
Para ese entonces ya estaba despejada militarmente una zona de 40.mil kilómetros cuadrados.
A todo ese territorio se le llamó la zona de distensión, y toda la Macarena hacia parte de ese despeje.
Al comienzo la gente vivía tranquila porque pararon los enfrentamientos armados.

Doña Mary: Cuando empezó el despeje la verdad todo era como como, pues ya vemos que quien toma, tenía las riendas, ¿no? Ya miramos quién tenía las riendas se vivía muy tranquilo, no habían problemas, no había nada. 

Seluna: Y entonces la guerrilla empezó a hacer cumplir sus normas.

Elena: Y cuando el tiempo de distensión no podía haber problemas, ni peleas, ni nada, porque ellos mismos multaban, la misma guerrilla multaba.

Seluna: Además de esa tranquilidad, basada en el miedo, el despeje trajo una nueva época de bonanza para la región.

Habitante: Hubo mucho, mucha plata, por decirlo así, porque como ya podía se comprar, la guerrilla compraba la mercancía, acá mismo, en el pueblo. Pues eso, se manejaba la plata. Esos almacenes no daban abasto trayendo cosas para vender, los de los abarrotes, bueno, todo eso. Había mucha buena inversión económicamente. 

Seluna: Era una bonanza como nunca se había visto, había dinero para gastar a manos llenas. Pero esa prosperidad fue gracias al dinero de la coca. Fue una época que marcó mucho a quienes lo vivimos.

Habitante: Uno veía, ehh, a los guerrilleros con costales de plata. En una camioneta de esas de platoncito, una Hilux, con dos o tres costales de plata. Una mesita Rimax, una gramera electrónica y ahí era el negocio, en cualquier parte del pueblo, en cualquier esquina, en cualquier lugar y en cualquier puerto. Ahí ya se hacían, pues a comprar pasta básica.

Seluna: Por eso, muchas familias campesinas comenzaron inmediatamente a meterse en el negocio.

Habitante: Prácticamente, ehh, pasa uno de cultivar maíz a cultivar coca porque todo el mundo cultiva, porque ‘hubieron’ personas que incentivaron a los campesinos para que sembraran, les fiaban la semilla.

Juan David: Pues, cuando hay dinero hay que comer y obviamente la gente vive más, pues, satisfecha y entonces son más felices, simplemente. Entonces sí, claro, la gente estaba feliz. La gente que está, los que estábamos dentro de la zona de distensión, pues realmente no vivíamos oprimidos, como muchos creen que vivíamos oprimidos por la guerrilla, por las FARC.

Seluna: Pero claro, esa tensa calma tenía un precio. Las FARC eran claras con su filosofía de garantizar seguridad y control en la zona, a cambio de lo que ellos llamaban “colaboración” por parte de la población civil. El problema es que no era una colaboración voluntaria sino más bien una serie de normas que se tenían cumplir, porque oponerse siempre traía problemas graves.
Durante la zona de distensión también fue el momento en el que la FARC reclutaron más menores de edad y eso pasaba ahí en las veredas.

Habitante: Y llegaban a las escuelas. ¡A las escuelas! Y traían pistolas. Y ¿qué iba a poder hacer un profesor? Si le venían a enseñarle a los niños a disparar, un profesor de escuela qué podía hacer: ‘no, oiga, señor guerrillero, váyase’. No podía. 

Seluna: A los muchos y muchachas los atraían con promesas de cosas que sus padres no les podían ofrecer. 

Habitante: Si el pelao era ambicioso a las armas, le daban una pistola para que la cargara. Y si no le gustaban las armas, le tendrían que gustar las motos, las camionetas o las chicas. Entonces era la forma de llevárselo.

Seluna: Pero, más allá de la emoción de las armas o los carros, la guerrilla les prometía una salida a la pobreza de la que ellos vivían en sus hogares.
Sus vidas eran  muy duras. Algunos venían de familias con muchas carencias y muy poca educación. Sus papás les pegaban porque sí y porque no, e incluso, no era raro que las personas de su entorno abusaran sexualmente de niñas.
Muchos se escapaban de sus hogares para buscarle una salida a todo eso, y terminaban en la guerrilla. Algunos de ellos venían a nuestra casa, y ahí encontraban un refugio. Nosotros siempre teníamos actividades educativas.

Cristal: Entonces claro ahí entendí cómo, cómo vivían otros jóvenes que entraban a la guerrilla, cómo era difícil para ellos. Pero como cómo uno podía oir, que a través sus historias y su forma de hablar, que eso era una prisión. Que eso era súper, súper duro, o sea para jóvenes, pues en ese tiempo yo no lo veía como jóvenes, porque tenían, digamos 16 años, para mí eran adultos, pero como nos contaban, cómo los castigaban, o las tareas que tenían que hacer y todo eso. Daba mucha empatía hacia ellos y al mismo tiempo sentirse como que yo sé que mi familia, Sara, no van a poder hacer nada porque también tenemos que cuidarnos.

Seluna: Si, yo siempre he sentido mucha frustración por no haber podido ayudar a los jóvenes que ya hacían parte de la guerrilla y que querían huir.
Es que ayudarlos era arriesgar nuestra propia vida.
Igual tuvimos una pequeña esperanza, paradójicamente con la zona de distensión también llegaron recursos para desarrollar programas comunitarios en las poblaciones que hacían parte del despeje.
Y como Sarita ya tenía constituida y organizada la fundación Pangea, pudo acceder a algunos recursos y empezamos a desarrollar proyectos culturales con la comunidad. 

Sarita: Estábamos trabajando un proyecto cultural muy grande. Habíamos hecho cursos de teatro, de danza, de música e hicimos el primer encuentro cultural de regiones. 

Seluna: Y el protagonismo que le dio la Fundación hizo que Sarita empezara a ser más conocida en toda La Macarena, y así fue como se encontró con una responsabilidad que no estaba buscando: la presidencia de Asojuntas, una de las organizaciones más importantes de La Macarena. Y también la dirección de la Casa de la Cultura.
Asojuntas era la asociación regional de juntas de acción comunal. En Colombia una junta de  acción comunal es una organización de personas que pertenecen a una comunidad y trabajan en proyectos colectivos.
Es decir que Sarita era la presidente de la organización que reunía a las más de 150 juntas de acción comunal que existen en La Macarena.
Y todo ese protagonismo llamó la atención de la guerrilla, así que los comandantes de alto rango la buscaron. 

Sarita: Ellos empiezan a buscarme, que tengo que irme, que a veces me hacen retenciones.

Seluna: La situación política del país cambiaría de nuevo la vida de nuestra familia.
Les seguiré contando en el próximo capítulo.

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Gracias por escuchar y por ayudarnos a llegar a más oídos… Los esperamos en el próximo capítulo.

CAPÍTULO 6: EL SILENCIO

Intro Host: Bienvenidos a Macarena Podcast, la serie que explora cómo es nacer, crecer y morir en un lugar tan hermoso como peligroso. Si no han escuchado el capítulo anterior, pueden encontrarlo en www.macarenapodcast.com o en su aplicación favorita para escuchar podcast. Este es el capítulo 6: El silencio.

Seluna: Hola. En el capítulo anterior les conté cómo nuestra vida se partió en dos después de la muerte de Melco. Sarita quedó sola, y tenía que decidir qué era lo mejor para nosotros en ese momento tan difícil.
Algunos amigos, que habían venido para el entierro, nos ayudaron a intentar poner nuestra casa en orden después de todo lo que pasó.
En esas, unos amigos de Melco compartieron un momento muy especial con Sarita.

Sarita: Ellos estuvieron en el entierro de Melco. Y ellos se sentaron a lado y lado mío. No sé cuánto tiempo estuvimos en silencio. Pero adoro tanto ese momento, que ellos me acompañaron en ese silencio. Hasta que anocheció. Nos quedamos ahí los tres. En un silencio absoluto, absoluto. 

Seluna: Y es así que empezó un silencio que duraría mucho tiempo.
Sarita, en medio de su dolor, se estaba transformando.
Ustedes ya la han oído: ella es alegre y le encanta hablar y contar historias. Pero, en esos días, le costaba mucho decir cualquier cosa.

Sarita: Yo no sé cómo puede hablar en el funeral. Yo no había podido hablar. Yo no sé como en el momento que… yo no sé dónde me… esas palabras me salieron del corazón. 

Seluna: Y Cristal también quedó sin voz.

Cristal: sí me han contado que duré sin hablar harto tiempo. Como que no están ni el tiempo, ni el espacio, ni, ni la disponibilidad de otras personas para escuchar. Eso era lo que sentía.

Seluna:  Teníamos pocas fuerzas, pero no había de otra, había que seguir viviendo. Algunas personas cercanas empezaron a opinar qué debíamos hacer y qué no debíamos hacer con nuestras vidas.

Sarita: Mi papá como ha dicho: vámonos pa’ la ciudad y cojan las cosas de Sara y no sé y nos vamos
¿Como así? Pero si a nosotros no nos han dicho.
¡No, no, no, no no! ¡Es que nos vamos!
Y dice Dianita: Si nos presentan un caño como Cristales, o un lugar como éste nos vamos o si no, no.

Seluna: Pues si, esa era la idea del papá de Sarita, pero nosotros no estábamos acostumbrados a seguir órdenes o no así. En nuestra familia las decisiones se tomaban entre todos, hablando, eso siempre era así.
El ambiente era muy tenso. Nos sentíamos en peligro, y nadie en La Macarena podía entender lo que acababa de pasar.

Manuel: No sé qué pasó, pero yo supe, nos llamaron, y ya cuando vinimos, estaba, muerto en el hospital

Elena: Fue algo muy duro para nosotros porque saber que Sarita quedaba sola con todos los muchachos, si.

Pablo: Durísimo porque, porque uno dice, ¿bueno, y quién va a matar a Melco? Si es que Melco, ¿quién lo va a matar?, si es una persona muy sana, muy honesta.

Rosita: Eso fue muy duro pa mi. Yo quisiera no hablar de eso.

Seluna: En medio de ese ambiente, Sarita nos reunió en la casa. Hablamos y decidimos que lo mejor en ese momento era ir a vivir con su familia en Villavicencio, al menos por un tiempo.
Aunque no nos gustaba mucho la idea, era la solución más sensata en ese momento. En La Macarena no solo sentíamos incertidumbre, sino también, sentíamos mucho miedo.
Y es así como, después de más de siete años de vivir en nuestro paraíso, llegamos a la ciudad de nuevo.
Nosotros ya conocíamos porque Sarita y Melco organizaban viajes fuera de La Macarena cada año. Su idea era que nosotros aprendiéramos a vivir en las ciudades y pudiéramos sobrevivir si nos tocaba.
Ellos nos enseñaban muchas cosas en la ciudad, por ejemplo, tomar el transporte público. En esos viajes a Bogotá o Villavicencio nos re-encontrábamos con las personas que habíamos conocido en nuestra casa.

Cristal: Los que habían vivido en Cristales, después era como mostrarnos las cosas bonitas de la ciudad o los que no podíamos tener en Cristales. Entonces era muy chévere. 

Seluna: Pero una cosa es pasar unos días allá, y otra muy distinta irse a vivir a un lugar tan diferente al de nuestra casa en un momento de tristeza profunda y mucho miedo.

Sarita: Yo tenía mucho miedo. Me acuerdo que nos quedábamos en una pieza que daba a la calle y yo la primera noche no pude. Nosotros sentíamos que alguien venía por la ventana a dispararnos.

Seluna: Además, vivir en Villavicencio fue volver a ser la familia extraña, que no era ni del campo ni de la ciudad. 

Sarita: Los niños estaban cansados también porque… Por la forma de pensar y por la forma de actuar de ellos y todo, no eran como muy bien recibidos. 

Seluna: Nosotros no teníamos amigos de nuestra edad, pues no compartimos ningún interés en común. Yo me acuerdo que nos trataban como los huérfanos campesinos de una forma muy despectiva, que eso nos hizo mucho mal.

Tao Daniel: Porque la gente nos preguntaba, no nos preguntaba, sino nos decía como: ‘uy, no, qué pesar el niño, sin papá y todo eso, uy no, eso es muy triste, que trágico’. Pero ese hecho de que ellos lo dijeran así en voz baja y todo era peor. 

Sarita: Entonces por ejemplo, iban a un parque y ellos se ponían a recoger la basura que había en el parque. Y ellos le hablaban, ‘no, no le haga eso al arbolito porque usted hace eso, no sé qué’. Eran unos niños extraños ¿no? Eran unos gnomos salidos de no sé de dónde. Entonces pues no eran bien recibidos con los otros niños.

Seluna: Nuestras costumbres, y la forma en que nosotros tratábamos a la naturaleza, nos causaban conflictos. 

Sarita: Ellos eran a subirse a los árboles y eso está prohibido, subirse a los árboles. Pero cómo así y la razón es: ‘no, pero si nosotros le pedimos permiso al arbolito’. 

Seluna: Para mí, ese tiempo en Villavicencio significó darme cuenta de que la gente vivía en un sistema tan diferente al de nosotros. Cuando me preguntaban en qué curso estaba, yo no sabía ni qué responder. Nunca fui a un colegio, ni tenía la idea de un grado o un nivel, se me hacía tan extraño.
También fue la primera vez que fui consciente de que la mayoría de la gente vivía muy diferente a nosotros. Por ejemplo, una prima mía que tenía la misma edad que yo, tenía novio y hacía cosas de adolescente. Yo seguía siendo una niña en ese aspecto. La verdad no entendía nada de eso.
Por todo eso, a Sarita la familia la criticaba mucho. Ellos no entendían ni nuestro choque cultural con la ciudad, ni el dolor que ella estaba sintiendo.

Sarita: Y yo decía ¿será que la gente no ama como yo amé? ¿Será que, será que por eso mis hermanos no saben qué es amar? No saben que es eso, eso yo no. Simplemente no saben qué es esa experiencia o qué. Ellos tienen sus maridos y tienen sus familias, pero yo amo diferente. 

Seluna: Y toda esa tensión, la ciudad, los horarios, la rutina, todo eso llegó a un límite.

Sarita: Yo caí en un estado de depresión horrible. Mis niños eran los que cocinaban y hacían de comer para ellos. Yo no era capaz de pararme. 

Tao Daniel: Para mí, mis recuerdos, Sarita tampoco estaba, pero sí estaba todo el tiempo ahí, pero en mis recuerdos, con su silencio y todo esto no, no recuerdo verla todo el tiempo. 

Seluna: Nos tocaba a nosotros cuidarnos entre nosotros y cuidar a Carlos Mauricio, que estaba pequeñito.

Cristal: Y me acuerdo que todas las noches, nosotros cinco, con el niño, pues cuatro y con un niño en una misma pieza y el niño lloraba cada vez para dormirse en la noche y yo le cantaba y le cantaba hasta que se dormía. 

Seluna: Y al mismo tiempo, nosotros seguíamos haciendo nuestro duelo como podíamos.
Nuestra educación también se paró, pues Sarita no podía ni siquiera enseñarnos. Mis hermanos se la pasaban escribiendo. Yo a veces pintaba, o leía libros de los que encontrara por ahí a mano. También me acuerdo que pasábamos los días enteros con Carlos Mauricio, sentados al lado de una cancha de baloncesto, cerca a la casa de mi tía, solo viendo a la gente.

Seluna: En medio de esa etapa tan oscura, yo me di cuenta que teníamos que hacer algo, no podíamos seguir viviendo así. Yo quería seguir estudiando para poder ir a la universidad.
Entonces reuní a mis hermanos y les dije que teníamos que pedirle a Sarita que nos devolviéramos a La Macarena.

Juan David: Yo creo que en el fondo nos dolía mucho y todo, pero, pues, era, Macarena o Caño Cristales era parte de nuestras vidas. Y pues necesitábamos volver, así fuese al lugar donde, donde Melco había sido asesinado. Pero pues necesitamos tener bases, o sea, volver a nuestras bases. 

Seluna: Menos mal que Sarita estaba de acuerdo.

Sarita: Ya esto no, no es posible y yo no puedo trabajar. Yo aquí no puedo trabajar, además con la energía que tengo yo, no, no me siento capaz de volverme a meter en este sistema que bregué tanto pa’ salirme, pa’ volverme a meter en el sistema.

Seluna: Por fortuna, algunos amigos habían cuidado de nuestra casa mientras nosotros no estábamos, pero volver a La Macarena fue tan difícil. Teníamos miedo de que la gente que mató a Melco quisiera también hacernos daño.
Mientras tanto, Sarita retomó el trabajo del ecoturismo.

Sarita: Seguimos recibiendo turismo, pues de eso vivimos. Y entonces yo me encargo de hacer también el trabajo de Melco, de dar las conferencias, de cocinar y los niños, éramos un equipo de trabajo. Los niños armaban carpas, servían de guías Yo me quedaba cocinando los niños, se iban de guías, en la noches entonces dábamos las charlas. Era un trabajo de familia. 

Seluna: Lográbamos distraernos pero la zozobra seguía.

Juan David: Pues me imagino hoy en día ya siendo grande, cuál fue el dolor. Y sí, me acuerdo que Sarita esto, lloraba todo el tiempo.

Sarita: Y las tardes. La hora del crepúsculo es tan dura cuando tú tienes tristezas. Eso es como un taladro. Las tardes eran horribles ¡qué tardes tan feas!
No sé como que todo se confabula, como que todo uff, es una energía que, uy, lo atrapa a uno horrible.

Seluna: Además de su propio dolor, Sarita tenía que lidiar con el nuestro.

Sarita: Entonces yo ando muy preocupada. Que Cristal no habla. Que Carlos Mauricio vive con una tristeza horrible. Él a veces llegaba y me abrazaba me decía ‘estamos tristes cierto’. Ay un chinito tan pequeñito, diciéndome eso y a mí me dolía el corazón. 

Seluna: Y Sarita intentaba sacarnos de ese estado con diferentes proyectos.

Sarita: Entonces yo me hago siempre, siempre me hago, programas y digo yo tengo que salí de acá, tengo, tengo que tener fuerzas y empiezo.Y, jum, pero más difícil. 

Seluna: Estábamos en esa lucha, intentando retomar nuestra vida, cuando recibimos una visita.

Sarita: Se presentó una señora que estaba en embarazo, que tenía unas gemelas. Esa señora, la habían echado, el marido la echó porque quedó en embarazo. Y no tenía a dónde ir. Ella me dijo que si la recibía.

Seluna: Si, y entre todos las acogimos.

Sarita: Ella había trabajado siempre como el servicio doméstico. Entonces ella era como muy preocupada: ¡¿Yo qué hago? Yo que sé’… Y ella quería. Ay No Gloria, tranquila, tranquila. Y ella se preocupaba: ‘pero ¿cómo así que mi patrona me ayuda a lavar?’ No, no, no, no es que yo no soy ninguna patrona, yo no soy…. No, no, ni me diga eso.

Seluna: Ella fue una de las primeras de muchos que se acercaron a nuestra casa para pedir ayuda de diferentes maneras y eso  encendió algo que llevaba mucho tiempo apagado en Sarita.

Sarita: Entonces me doy cuenta que, que yo tengo que hacer algo. Y que la única forma es ayudando. Haciendo por la comunidad. Porque había tantas cosas, pues que todas formas hacíamos con Melco, todo eso y este trabajo estaba ahí quieto.

Seluna: Y así fue la forma que encontramos de seguir con el legado de Melco: empezamos a buscar formas de ayudarles a los demás, de hacer que sus vidas fueran, de cierta forma mejor y aportarles algo desde nuestra visión del mundo.

Seluna:  Ahora que empezábamos a ser adolescentes y a tener nuevas responsabilidades, también queríamos estar ahí para apoyar a nuestros amigos de la Cachivera. Jairo, por ejemplo, tenía que buscar por su propia vida.

Jairo: Ya, ya, ya no es solamente jugar sino ya un poquito más responsable. O sea, ya también, piensa también que lo de uno, ¿sí? que ya uno va a tener sus cosas.

Seluna: Jerzon y Elena seguían siendo muy de la casa, pero les tocaba tener más responsabilidades en la finca. 

Elena: Nosotros fuimos muy sumisos a lo que eran nuestros padres. Inclusive mi papá tenía como 18 años por le partió una, una jeringa de inyectar el ganado. Le partió la mariposa y le iba a cascar. Solamente por eso, imagínese, y muy sumiso, a pesar de tener esa edad, calladito. 

Seluna: Pero también había tiempo para celebrar y hacer fiesta de vez en cuando. Jairo y Jerzon siempre venían a nuestras casa y hacíamos actividades juntos.

Jerzon: Ellos nos invitaban, ‘vamos a pasar fin de año allá’ o ‘vamos a hacer tal actividad’, y nosotros decíamos, ‘¡vamos!’. 

Seluna: Y también se acompañaban en sus primeras conquistas.

Jairo: Pero el tipo siempre, no ha dejado sus peladas… O sea, él ha sido muy cotizado, o sea, sus nenas ante todo, o sea, él bien. 

Seluna: Marilse, seguía siendo tímida, pero ya le caían muchachos.

Marilse: Pues una sola vez mandé cartas, porque yo casi no. Pues uno, a veces con las amigas. La escribía una con las amigas y ellas la llevaban al muchacho.

Seluna: Y Elena, como siempre, muy de la casa.

Elena: Prácticamente no fui como una joven moderna, no. Siempre fue de la casa, y hacer el oficio una de la casa, por más que uno anhelara hacer cosas, pues no podía hacerlas. Eso recuerdo.

Seluna: Además, sus padres eran muy celosos con ella. Cuando acabó la primaria ahí en la vereda no pudo seguir estudiando el bachillerato, porque la única opción que había y que hay todavía,  era irse para el pueblo donde está el colegio de La Macarena.

Elena: Yo no estudié en el colegio, fue por mi papá. Porque mi papá miraba los espejos de las niñas que salían de por acá a estudiar la primaria y que que se iban para el colegio y chu pu pim. Embarazadas Y él decía: ‘no pero es que se van a estudiar, a estudiar y les salen con cartón de ser mamá, ¡no!’. Y entonces no me dejaba ir a estudiar. 

Seluna: El acceso a la educación en las veredas siempre ha sido muy limitado, pero, como ustedes ya saben, Sarita siempre ha creído que la educación es el mejor camino.
Así que encontró una solución para todos. Gestionó entonces con un colegio de Villavicencio que abrieran un programa a distancia en la Macarena.

Elena: Y Sarita era una de las que le pegaban unas empajadas a mi papá, y le decía: ‘Don Jorge, por favor, dele, ¿cómo va a saber si Elenita va a ser de las mismas o va a ser diferente si usted no le da la oportunidad?’  Y ya después me tocó estudiar a distancia, que es única manera que me dejaba estudiar. 

Seluna: Era una situación común. La mayoría lograba hacer la primaria porque era la única alternativa que se ofrece en las veredas, pero después se quedaban sin estudiar. Porque es que mandar a estudiar a un muchacho al pueblo no era fácil porque además de pagar por la matrícula tenían que pagar por el transporte, el hospedaje y la alimentación.

Jairo: El que medio le interesó estudiar, y estaba en el campo y los papás tuvieron el recurso de mandarlo, pues fue a estudiar. Pero el que no tenía los recursos o que no le interesaba mucho, pues se quedó sin estudio. 

Seluna: Jairo lo cuenta porque lo vivió. A él y a sus hermanos les tocaba trabajar de seis a seis.
Alex, el menor, tampoco se salvaba.

Álex: Tenía cinco, seis años, yo me la pasaba era con mis hermanos mayores en el. Como dicen, en el tajo trabajando, en el, por allá lejos, en el potrero, en el yuquero, donde estuvieran, trabajando. Y cuando ya pues cumplió unos qué, 12, 15 años salía a donde los vecinos a trabajar, a ganarse un jornal, como decimos aquí. 

Seluna: Nuestra vida en cambio, era muy distinta. Sí teníamos tareas en la casa, pero eso hacía parte de nuestra vida sostenible.
Y como Sarita ya no nos podía enseñar porque tenía que trabajar para mantenernos, pudimos empezar bachillerato a distancia y seguir en nuestra vida en casa, pero también teníamos muchos proyectos culturales con la comunidad.
Es decir: éramos muy privilegiados, en medio de todo. Y eso implicaba también una gran responsabilidad. Por eso, tomamos como tarea mostrar a los demás muchachos y niños de las veredas un poco nuestra forma de vivir.
Por ejemplo hacíamos talleres de papel reciclado, de pintura. Me acuerdo también que ayudábamos a hacer las tareas a los que estaban haciendo el bachillerato a distancia.

Elena: Yo la fui mucho más con Juan David. Yo inclusive cuando estaba estudiando a distancia, Juan David era el que me… Yo iba allá a donde Sarita a que Juan David me explicara las tareas.

Seluna Ese trabajo con la comunidad me ayudó mucho a superar mi propio dolor, pues me di cuenta de que no éramos los únicos, y  muchas otras familias de La Macarena habían también perdido a un ser querido. Nuestro silencio no era solo nuestro, era un silencio de muchos. Gracias a eso comencé a sentirme acompañada.

Seluna: Además, ese camino nos trajo muchas aventuras, y nos mostró que La Macarena que habíamos dejado, solo un tiempo atrás, era muy distinta a la que estábamos encontrando.
Pero eso se los cuento en el próximo capítulo…

Noticia: Se intensifican los enfrentamientos entre el Ejército Nacional y la guerrilla de las FARC en la región de la Serranía de la Macarena. Noticia en desarrollo.

Creditos: Macarena Podcast fue producido por el Colectivo Normal en colaboración con la familia Fernández Cortés y algunos habitantes de la vereda La Cachivera. Pueden escucharnos en Soundcloud, en su aplicación favorita para podcast o en nuestra página web, en donde también encontrarán contenido exclusivo, créditos y enlaces al material de archivo, todo esto y más en  www.macarenapodcast.com.
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Gracias por escuchar y por ayudarnos a llegar a más oídos… Los esperamos en el próximo capítulo.

CAPÍTULO 5: NOS DEJÓ

Intro Host: Bienvenidos a Macarena Podcast, la serie que explora cómo es nacer, crecer y morir en un lugar tan hermoso como peligroso. Si no han escuchado el capítulo anterior, pueden encontrarlo en www.macarenapodcast.com o en su aplicación favorita para escuchar podcast. Este es el capítulo 5: Nos dejó. 

Seluna: Hola. En el capítulo anterior, mi hermano Carlos Mauricio nos había traído mucha felicidad, y Sarita y Melco seguían adelante con su proyecto de vida.
En esas, ellos decidieron difundir su mensaje con mucha más fuerza. Por ejemplo, yo me acuerdo que el Instituto de Cultura del Meta financió una cartilla para los niños, Melco fue quien hizo las ilustraciones y los textos. La cartilla se llamaba Amemos la Macarena.
¿Se acuerdan de Luis Carlos, el bogotano? Él fue la primera persona, pues digamos, desconocida, que se quedó en nuestra casa. Después de su visita Sarita y Melco se dieron cuenta de que se podía hacer turismo conservando nuestra forma de vida y cuidando la naturaleza.

Sarita: Él es el que nos hace ver que es prácticamente si nosotros estamos ahí, queremos conservar el lugar, había que abrir las puertas para el turismo y no hacer turismo sino ecoturismo. 

Seluna: Por eso, cada vez recibíamos más turistas.

Doña Rosita: Ellos recibían turismo, bonito, ellos recibían harto y era los mejores que recibían, o sea los que atendían mejor mejor la gente.

Seluna: Doña Rosita, la mamá de Jairo y Álex, nos ayudaba a prepararles la comida

Doña Rosita: Ella sí tenía experiencia y le preguntaba a la gente de qué, y de dónde era y más o menos ella ya sabía qué era lo que comían y todo. Por eso ella le llevaba las ideas, a la gente y se amañaban mucho llegar allí la gente.

Seluna: Don Pablo Rojas, un líder en La Macarena, apoyaba lo que nosotros estábamos haciendo.

Pablo: Melco insistía mucho de no maltratar ese sitio, que ese sitio tenía un valor, que ese sitio representaba muchísimo para La Macarena y para Colombia.

Seluna: No lo hacían por negocio. Para ellos, el turismo era una manera de continuar la protección de ese ecosistema único. 

Pablo: Y ellos nunca pensaron en capitalizar. Ellos pensaron más como prestar un servicio a la gente, y a la vez hacer como, como un cuidado, para que las personas no fueran a maltratar el sitio, solamente que lo disfrutaran y que permaneciera el sitio intacto.   

Seluna: Pero también había personas poderosas que tenían intereses económicos en Caño Cristales y que no les gustaba mucho esa labor de conservación. 

Pablo: ya después fue que vino, como, como el celo por otras personas que tomaron el sitio para capitalizar, para hacer sus propias ganancias y entonces entiendo que hay vino un poco de malestar, empezaron a atacar por envidia a Melco y familia.

Seluna: Pero Sarita y Melco decidieron seguir con su proyecto.

Sarita: Porque nuestra decisión era hecha y eso era nuestro proyecto de vida y nosotros seguiríamos conservando la naturaleza, así si fuéramos en contra del mundo y pues es así que nos quedamos ahí.

Seluna: Melco entonces decidió escribir columnas, textos y  publicar todo lo que pudiera sobre la importancia de proteger La Macarena. Y esas noticias llegaban a Villavicencio, en dónde vivía mi tío Jaime.

Jaime: Si, el hombre eso se atravesaba, y se emberracaba, y todo, y entonces iba a ver cómo denunciaba esto. Y sobre todo que era una cosa también que emberraca a la gente, y sobre todo los que tienen poder y más en el campo, entonces hablaba con la gente y mire que  este tipo que este hacendado está haciendo esto, que eso es ilegal y que esto pa, pa pa, un poco de cosas.

Seluna: Y es justamente en ese ambiente cuando Sarita empieza a tener malos presentimientos…

Sarita: Sentía, sentía cosas que no andaban bien y yo le decía a Melco: ‘tenemos que cuidarnos, tenemos que cuidarnos mucho con lo que hablamos, con lo que decimos, los pasos que damos y todo, no queremos herir a la gente. Pero desafortunadamente tampoco podíamos dejar de ser, ¿no?

Seluna: Además, unos guardaparques que llegaron de visita nos trajeron una noticia muy triste.

Sarita: Que habían matado a un amigo, que en ese momento era el director del Parque Tayrona. Eso nos dio muy duro.

Seluna: Se llamaba Héctor Vargas Torres. Era un ecologista muy querido y respetado, que se oponía a que los narcos usaran las costas de la Sierra para sacar droga. Además, se había enfrentado a particulares que tenían intereses en linderos del parque allá en el Tairona.
Mejor dicho: era una situación muy parecida a la que Melco y Sarita enfrentaban ahí en La Macarena.

Sarita: Fue terrible. Y hablamos y dijo Melco: ‘Sarita, ¿valdrá la pena seguir en esta labor quijotesca, de conservar el mundo? ¿de conservar por lo menos este pedacito de tierra? Mire a Héctor lo mataron. Por lo mismo, por conservar’.
Y yo le dije: ‘Melco, igual si no conservamos no vamos a tener vida. Hay que apostarle porque es que sin esto no tenemos vida. Entonces me dijo, sí.

Seluna: Era una situación muy difícil, porque se sentía la tensión, pero no era muy claro de dónde venía.

Sarita: No. Nunca hubo amenazas, nunca nada, directo. Pero yo sí estaba muy aprensiva, yo tenía mucha tristeza, una tristeza profunda, que nunca había sentido. 

Seluna: Es que desde la noticia de la muerte de Héctor, el ambiente en la casa cambió. Incluso a los pocos días como que se sentía más fuerte la tristeza.

Sarita: Nosotros sentíamos que los árboles estaban tristes. Y sentimos esa energía seguro. Si, ya decía hasta los pájaros cantaban… diferente. 

Seluna: Pero tratábamos de seguir la vida normal. En la tarde del 10 de septiembre de 1994. Melco estaba terminando la cartilla de Amemos La Macarena.
Yo me acuerdo que fuimos a su estudio, a verlo trabajar, pues a mi me encantaba observar cómo el dibujaba. 

Sarita: Entonces Dianita dice: ay que usted ¿como hace esa carita feliz? Hizo como un girasol con una carita feliz. Entonces dijo Melco: no, eso se dibuja así y así y empezó a enseñarles. Todos contentos ahí pero yo veía, hay algo en mi pecho que no me dejaba y yo quería decirle algo. Pero yo dije no, este, este momento es tan mágico, que yo no lo puedo romper. Es tan mágico viendo… Melco cómo le enseña a los niños a dibujar. Cómo ellos están felices, porque había tanta alegría en ese momento, que no, yo como iba embarrarla. Yo no puedo decir nada.

Seluna: Pero, como Melco necesitaba terminar, nos pidió que nos  retiramos y lo dejaramos concentrar.
Así que cada uno prendió su vela y nos acostamos en nuestra colchonetas para leer un rato antes de dormir y Sarita comenzó a corregir los textos que había escrito Melco para la cartilla.

Sarita: Juan David se hizo al pie mío. Cuando de pronto yo siento la
necesidad de mirar por la tabla porque yo sentía que alguien estaba abajo.

Seluna: El tiempo se detuvo para todos, le habían disparado a Melco.

Sarita: Y pues como me doy cuenta que está botando tanta sangre, yo mando a los niños que traigan barro, para ponerle acá. En el cuello. Y, no, lo otro más difícil para los niños era ir a coger la yegua, eso no quedaba ahí cerquita. El pobre Juan David y Tao fueron los que fueron allá, ósea y Melco bajó, a mi me dio un poquito de esperanza cuando él baja solo las escaleras y se subió solo a la yegua.
Y…la Seluna.. Ella fue y le alistó ropa.
Yo me he puesto a pensar y mis niños Hicieron lo que tenían que hacer. Así, como niños adultos. Mejor que adultos porque no: haaaa, no se pusieron a gritar, a llorar. A no sé qué. No, no, no. Era esto y toca hacer esto y ya.
Y nos vamos, y me yo voy con Melco. Y ellos se quedan.

Seluna: Fue la primera vez en mi vida que sentí miedo. Creía que no podíamos quedarnos dormidos, porque nos iban a disparar a nosotros también.
No sabíamos nada de Sarita y Melco, y nos tocaba además tranquilizar a Cristal y a Carlos Mauricio, los más pequeños.
Lo único que pudimos hacer en ese momento  fue quedarnos todos juntos en una sola colchoneta.
Con Juan David vigilamos toda la noche, atentos a que no fuera a llegar nadie más por nosotros. Esa fue la noche más larga de toda mi vida. 

Sarita: Él se muere ahí en la loma. Yo lo tenía así y me cogió duro a la mano y yo siento la energía de la muerte. Ese frío que le corre uno por la espalda, por la corr… por la columna. Uff. Yo supe que estaba ahí. Ya, no había nada que hacer.
Y llegamos al pueblo y eso fue también duro porque, pues yo esa noche no puedo irme para la finca, me toca quedarme.
Yo, yo no sé cómo saqué energías. 

Seluna: A la mañana siguiente, Sarita mandó por nosotros a unos amigos que vivían junto al pueblo.
Así fue que  llegamos a la casa de Don Omar en busca de Sarita para tener noticias de Melco. 

Don Omar: Pues díganme que yo me enteré fue acá, ya, cuando vino Sarita y me dijo, ‘Melco… lo trajimos en un caballo, lo montaron un caballo, herido’. Y Entonces me contó que lo habían, le ha disparado con un arma. Y, de noche, creo que eso fue. Eso fue terrible, y  muy doloroso.

Seluna: Y ya ahí, en la casa de don Omar, nos reunimos por fin con Sarita.

Cristal: Me acuerdo muy bien el lugar, me acuerdo nosotros sentados en redondo en el piso.

Tao Daniel: Estábamos esperando, aún no sabíamos que Melco estaba muerto, pensábamos que estaba solo herido.

Sarita: jum, y cuando, cuando los veo: Sarita y Melco?

Cristal: Dijo como, Melco nos dejó. 

Sarita: El ya no está con nosotros, creo que les dije, o él se fue, y nos dejó.

Cristal: Y… No sé, no sé como entendí en ese momento, no sé.

Tao Daniel: Para mi era como nos dejó así, cuando tú dejas algo o alguien es porque se fue, ¿no?  y no hice relación entre nos dejó y morir, pero sabía que ya no iba a volver a estar más nunca con nosotros.

Juan David: Y yo lo que más me acuerdo es que las palabras que me acuerdo hoy, me acordaré toda mi vida, fue lo que Sarita me dijo, es, ‘hoy, hoy más que nunca necesito de usted’  que a partir de ese momento, pues… que dejaba de ser un niño…y pues que, tenía que, que ayudarle.  

Sarita: Y ufff, eso fue, ya, y nos abrazamos, todos. Lloramos en silencio, realmente. 

Seluna: Apenas éramos unos niños, pero enseguida entendimos que teníamos un legado que cuidar.

Sarita: Y llega y dice, creo que fue la Cristal. Yo voy a seguir escribiendo como Melco escribía. Yo, eso me hizo reaccionar. Que un niño acabe de saber que su papá lo mataron y ¿diga eso? ¿Una niña? Yo voy a seguir escribiendo como Melco escribía. Y dice Dianita: yo voy a seguir pintando como Melco pintaba. Y dice Taito: nos quedamos en Cristales. 

Seluna: En medio de su dolor, Sarita vio cómo su labor de años con Melco dio frutos en nosotros.

Sarita: Nosotros siempre pensamos que teníamos que darle una educación a los niños para la vida, para que supieran afrontar todas las cosas de la vida. Pero nunca pensé que iban a estar tan fuertes para afrontar esto. Nunca pensé que los hubiéramos educado también para esto.

Seluna: La noticia de la muerte de Melco se difundió muy rápido en toda La Macarena. Doña Mary, la mamá de Elena y Jerzon, le llegó la noticia a su casa también.

Doña Mary: Sí, nosotros vivíamos en la vereda y cuando el otro día el comentario que mataron a Melco, ¿cómo así? Sí que le hicieron un tiro, dos tiros bueno. Pero, ¿como? Una gran persona como, como, como Melco. 

Seluna: Sarita también le había contado a la familia de Melco en Villavicencio, esa misma noche que dejó a Melco en el Hospital. 

Jaime: No había sino un teléfono en La Macarena. Entonces a Sara le tocó pedirle el favor al señor que esto, entonces él era el que se comunicaba, ni siquiera Sara. Entonces, ‘aló, Jaime Fernández, ta na na… Sí, sí, sí, aló, aló’. Casi no se oía: ‘Mire, que mataron a su hermano’. Yo: ‘huy, como así. ¿Cómo así? Pe, pe, pe, pere’, porque, pues, pues, de La Macarena, tan… Entonces, claro, Melco. 

Seluna: A mi tío Jaime le tocó traer el ataúd desde Villavicencio. Él escribió esa historia en un libro que se llama el hombre que se mece y aquí nos comparte una líneas.

Jaime: “Llegamos luego al aeropuerto, pero no había cupo en el único avión de carga que salía para La Macarena. Henry Quevedo, dueño del flete de la nave y amigo de Melco, mi hermano asesinado, hizo bajar parte de la carga para meter el cajón. Pero yo también debía viajar. ¿Cómo hacemos? Le dije” no hay espacio. La única opción sería que se metiera en el ataúd. Me estremecí hasta los tuétanos. —No, manito. ¡Eso es, es imposible!, tartamudeé. 

Seluna: Al final, mi tío Jaime encontró una manera de meterse en el avión.    

Jaime: “Luego recordé que en mi improvisado bolso llevaba media de brandy que había comprado en el aeropuerto, antídoto para los nervios del vuelo y la tensión de esos momentos. Traté entonces de levantarme para alcanzar el elixir de la tranquilidad. Y vaya sorpresa, cuando al ponerme en pie la silla se levantó conmigo. Es decir, estaba suelta. De nada servirá el cinturón. Me embutí la media de brandy de una. Cuando aterrizamos la pista y La Macarena toda, y el ataúd, y Sarita, y los niños y mi propio hermano eran sólo borrosas imágenes en medio del bochorno. Horas después, el guayabo y los abrazos y los discursos se confundieron como en un sueño del que aún no despierto». 

Seluna: Mismo si Sarita no quería un velorio, Melco pasó toda la noche muy visitado por muchísima gente que lo quería.

Sarita: Y cada quien venían y me decían algo de un recuerdo que les había dejado Melco. Alguna enseñanza. Eso fue muy bonito. Porque uno piensa que uno no deja huella. Y resulta que sí. 

Seluna: Ellos nos ayudaron a celebrar la vida de Melco en medio de nuestro dolor. Nos mostraron que Melco había dado su vida por una causa que valía la pena.

Sarita: Por ejemplo un niño: profe, es que a mí Melco fue como el papá que nunca he tenido. Él me escuchó. No más, no me dijo nada más. 

Seluna: Sarita no quería que nosotros viéramos a Melco en ese estado. Pero yo tenía 9 años y lo único que pensaba era que tenía que verlo por última vez, yo no sé, como que me quería despedir. Así que fuí hasta el ataúd.
No lo reconocí, viendo su cara, entonces metí la cabeza hasta el vidrio del cajón y le vi las manos y supe que era Melco.
Pero yo no fui la única, Cristal que era mucho más pequeña, también lo vió porque una señora la alzó 

Cristal: Y yo creo que esa imagen me quedó súper grabada. Me acuerdo del cajón, que me pareció muy bonito, del cajón en madera. Era la primera vez que vi un cajón de muerto y no lo asociaba a algo negativo el cajón, sino me pareció muy bonito en madera, muy bien hecho, y cuando fuimos al entierro yo pensé que nosotros nos íbamos a quedar con el cajón.

Seluna: Entonces Sarita decidió que no le iba a poner una cruz, ni una lápida, ni nada religioso. Ella cree que eso no tiene ningún sentido.

Sarita: Porque éramos libres. Básicamente eso. Que la libertad es eso, no tiene uno que apegarse a nada. Y no necesitar de nada para poder volar. Uno tiene que volar por sí mismo. 

Seluna: Y el legado de Melco voló por sí mismo. Su muerte no solo fue noticia en Colombia, sino que su legado sobrevivió en los hombros de Sarita y de todos nosotros. 

Jaime: Si, entonces, cuando, cuando la gente es como rara ¿no? porque no es corrupta, hace las cosas, lo hace de un corazón tenaz, con una… Mejor dicho, con toda el alma, eso es lo que deja huella. Yo creo que sí. Dejaron huella, por supuesto. 

Seluna: Mi vida, como la de todos en nuestra familia, se partió en dos. Cristal se refugió en la escritura.

Cristal: El sol en los días de verano sale en distintos matices, los árboles los saludan con alegría al sentir sus colores fosforescentes en su rostro. 

Seluna: Hemos tenido que aprender a vivir con el recuerdo de Melco.

Sarita: Yo con él me reía mucho, mucho; yo de tenerme el estómago de reírme, porque yo me burlaba mucho de él, muchas cosas, ¿no?, y a mí me caía en gracia, y yo reía, y entonces él me decía que yo era una niña riéndome. Y él dice, ‘yo aprendí contigo a reírme, porque yo nunca suelto la carcajada así’

Juan David:  Pero pues yo me me acuerdo que me decía que la mejor forma de aprender es cayéndose, entonces es algo que he aplicado en mi vida. Y siempre me inculcó… siempre me inculcó que tenía que, no que tenía que, sino que, él… Lo bonito que era ayudar a los demás. De ayudar a mis hermanos. En lo que fuera. Y siempre en darles el ejemplo de la mejor forma posible. 

Tao Daniel: Me acuerdo que me dijo muchas veces, que tenía que yo ser responsable de mis actos. Cualquier cosa que yo hacía, o sea, que tropezaba con algo o que accidentalmente rompía algo el me miraba a los ojos y me acuerdo que me decía: ‘tienes que hacerte responsable de tus actos’. También me acuerdo cuando jugábamos, que se acostaba boca arriba y nos ponía los dos pies en el pecho y nos cogía las manos y pues nos elevaba en los más alto que podía y me gustaba mucho, jugar al avión con él, eso era jugar al avión.

Carlos Mauricio: Eh, los álbumes de fotos que teníamos, esa foto que Melco me tenía los brazos. Y pues no sé, es como algo que, que se, que se quedó harto en mi memoria y que cuando cuando pienso en los primeros recuerdos de, que tengo de Melco, pues es eso, ¿no? 

Seluna: Bueno, son muchos los recuerdos, nuestra vida misma es parte de la de Melco…tenemos sus dibujos, algunas pinturas, sus textos y nos quedó un registro de su voz.

Melco: Caño Cristales, primero que todo es el río más bello del mundo, ya se ha podido comprobar a través de entrevistas que se le han hecho a muchas personas que han viajado por todo el mundo buscando paisajes especiales y aquí han llegado, los hemos llevado al caño, los hemos hecho vivir este ambiente y luego les hemos preguntado si en el mundo que han recorrido han encontrado un caño más hermoso que este y todos coinciden en decir que es el río más bello que han encontrado. La mayoría de los ríos de La Macarena son tan hermosos como Cristales, lo que sucede con Cristales es que es el que queda, el que tiene acceso más fácil para el turismo, es le más cercado al Municipio de La Macarena, eh, está ahí Caño Cristales para disfrutarlo, para cuidarlo, es el, la principal atracción turística del sur de La Macarena, de todo lo que constituye el Parque Nacional Macarena que es un templo de la naturaleza. Yo recomendaría que todas las personas que quieran venir y vengan realmente con el ánimo de apreciar la naturaleza y de cuidarla, no dejar basuras que es el problema más difícil que se está tratando ahora con este caño.

Seluna: Gracias Melco, en esta serie queremos seguir contando tu historia.
A ustedes gracias por escuchar y les seguiré en el próximo capítulo contando cómo seguimos con nuestra vida en la Macarena sin imaginar que este era solo el principio.

Creditos: Macarena Podcast fue producido por el Colectivo Normal en colaboración con la familia Fernández Cortés y algunos habitantes de la vereda La Cachivera. Pueden escucharnos en Soundcloud, en su aplicación favorita para podcast o en nuestra página web, en donde también encontrarán contenido exclusivo, créditos y enlaces al material de archivo, todo esto y más en  www.macarenapodcast.com.
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Gracias por escuchar y por ayudarnos a llegar a más oídos… Los esperamos en el próximo capítulo.

CAPÍTULO 4: LA PIRÁMIDE

Intro Host: Bienvenidos a Macarena Podcast, la serie que explora cómo es nacer, crecer y morir en un lugar tan hermoso como peligroso. Si no han escuchado el capítulo anterior, pueden encontrarlo en www.macarenapodcast.com o en su aplicación favorita para escuchar podcast. Este es el capítulo. 4: La pirámide. 

Seluna: Hola, ¿se acuerdan el capítulo anterior?  Sarita y Melco decidieron irse a vivir a una finca como los demás campesinos. Por eso, Sarita renuncia a la escuela de La Cachivera.
Ese fue el paso final en la búsqueda de vivir la vida que ellos realmente querían para nuestra familia.
Tenían todo un plan: allá, en la tierra que habían comprado, construirían una casa que fuera amigable con el ambiente, tendrían más hijos, y nos educarían a su manera.

Sarita: Y ya en el campo es cuando nos damos cuenta que necesitábamos líderes, que necesitábamos gente que educara, que tocaba hacerlo desde pequeñitos. Y pues, pues la gente no nos iba a regalar sus hijos. ‘Tome, tome su hijo y téngalo ahí’. Entonces nosotros íbamos a hacer esos hijos. La educación empezaba desde la misma concepción. Entonces, por eso decidimos tener varios hijos, porque iban a ser más. 

Seluna: Por eso, Sarita había quedado embarazada mientras era profesora ahí en La Cachivera. La idea era que mi hermana naciera cuando Melco terminara de construir la casa.
Mientras tanto estábamos viviendo ahí en la finca en un camping al lado de Caño Cristales, cuando recibimos una sorpresa …

Sarita: Se adelantó. Entonces dijo Melco: ¡Esta niña se vino y no tenemos la casa! [risas].

Seluna: Si, mi hermana no esperó, nació cuando estábamos viviendo en el camping.

Sarita: Hum, Melco la recibió y todo. Y pues ya vivíamos ahí y entonces en la casita, Melco había hecho una camareta, una camareta es como una cosa alta para evitar la humedad, y ha puesto la carpa del camping ahí y nosotros con nuestras colchonetas ahí, ahí, y ahí nació la niña. 

Seluna: Ya les he contado que Melco hacía de todo, pues bueno, también fue partero. Se preparó a punta de libros y lo hizo muy bien. Primero recibió a mi hermano Tao, se acuerdan? Allá en la finca del Melúa y después, ya con más experiencia, recibió a mi hermana.
Y ahora había que ponerle un nombre… 

Sarita: Cuando nació la niña, al otro día, como a los dos días, hizo un día bonito; y ya salió el sol y todo eso, estaba mejor. Entonces, dijo Melco: Me toca ir a bañar la niña en Cristales, en el caño. Eso fue tarea de todos. Nos fuimos. Y Melco estaba, estaba bañando la niña. Y salieron dos arcoíris. Entonces, ¡dos arcoíris completicos! ¡Completicos! Entonces Melco coge la niña, como que la ofrece. Y en ese momento dice Melco: ‘a mí siempre me gustó el nombre Iris. Entonces, ¡Cristal! ¡Iris Cristal! 

Cristal: Rico rico saber de, de haber tenido esa oportunidad de nacer en ese paraíso. Entonces más bien privilegiada, de, de haber podido tener tanto contacto con la naturaleza tan pronto. De una tan temprana edad. El agua es mi, fue mi vida en ese tiempo, y todavía me encanta mucho. Entonces, como ser yo misma en el agua.

Seluna: Y ya con Cristal, pues… había que seguir con el plan de terminar la casa. Lo más importante era que se hiciera en armonía con todos los seres que nos rodeaban. 

Sarita: Esa fue la idea central de la educación de los niños: simbiosis con la madre naturaleza. Aunque todo el currículo educativo y todo lo que hacíamos era con eso: simbiosis con la naturaleza. Y nos dimos cuenta que cuando uno hace eso, ni las culebras te van a morder, mijita, nada. Todo es a favor de uno.

Seluna: Por eso, decidimos construir la casa bajo los árboles, en medio del bosque, así que tratamos de quitar muy pocos, solo para abrir el espacio de la casa.

Sarita: Entonces nosotros teníamos nuestros como rituales de nosotros, le pedíamos permiso al árbol. Eeeee, le decíamos para qué lo íbamos a utilizar, que no lo íbamos a desperdiciar. Y nos reuníamos y abrazábamos entre todos hacíamos una cadena. Entonces yo diciéndole eso al árbol y de pronto sentí que el árbol me dijo no, yo ya me voy a morir. Mejor porque van a aprovechar la madera que queda. Yo estoy hueco en el centro. Y efectivamente. Tumbaron el árbol y estaba hueco en el centro. 

Seluna: Y así fuimos volviéndonos amigos de lo que nos rodeaba. Lo más importante para Melco era que la casa estuviera en armonía con la naturaleza, así que se inspiró en las pirámides de Egipto, hizo los planos y comenzó a construir. Su ayudante sería mi hermano mayor.

Sarita: Melco le encanta trabajar con Juan David porque Juan David es un niño muy inteligente, cuando le gusta algo el se mete bien…Lo que están haciendo y él por ejemplo, Melco necesitaba una herramienta y el de una vez le entregaba la herramienta, sin habérselo dicho.

Juan David:  Yo me acuerdo solamente que él me decía, me decía qué hacer, y yo le pasaba las cosas.

Seluna: La casa tenía todo lo que necesitábamos. 

Juan David: La casa era hecha en madera redonda, el techo era hecho de astilla, pues astillas como, astillas anchas creadas a partir de, o sacadas a partir de un tronco de cedro achuapo. Y el segundo piso, eh, lo que constituye el piso del segundo piso era achuapo, achuapo que tenía, los campesinos tienen una técnica para abri, para abrir el achuapo y ponerlo plano, que hacía una especie de tablas. 

Sarita: Y en el techo, el techo era clarito porque le pusimos plástico entonces, de determinada altura el techo, nosotros desde ahí veíamos los árboles veíamos las estrellas y todo, era feliz ahí, nosotros dormíamos viéndolas. 

Seluna: Y claro, no había muchas cosas de esas que se dan por descontadas en la ciudad. 

Sarita: No, no había luz, no había agua, no había televisión, no había radio. Nada. Solamente el canto de los pájaros y de toda la música del amanecer y el atardecer nada más.

Seluna: En la finca, nosotros vivíamos muy felices. Nos la pasábamos rodeados de animales. Teníamos una yegua que se llamaba Malila, pero ella vivía donde Doña Rosita, la mamá de Jairo y Álex. Igual, todo el tiempo llegaban a visitarnos animales del bosque.

Cristal: Me acuerdo de que teníamos una coneja, Blanca Nieves [risas], la llamábamos, y también era muy chevere. Ellos eran los que vivían con nosotros. Y no era realmente una propiedad, sino digamos, una vez venía una ardilla, y hubo fue una ardilla en la casa durante un tiempo y se fue, la coneja también vivió con nosotros, y también se fue.

Seluna: Pero eso sí: la vida cotidiana requería de mucho trabajo. Para empezar, teníamos que cultivar nuestra propia comida.

Sarita: Entonces dijimos, ‘nos toca sembrar soya’. Nos dieron un cuarto de hectárea para sembrar soya, se sembró la soya, y bueno, y nosotros dijimos, ¿y qué más?. Entonces con la miel de abejas, allá en el monte hay mucha miel de abejas, entonces, allá pues se aprendió también a sacar la miel de abejas. Entonces la base de la alimentación era soya y miel de abejas. 

Tao Daniel: Por las mañanas, todas las mañanas tocaba rociar las plantas. o si no, hacer el compost. Hacer huecos, o un hueco o varios huecos donde se ponía la, los desperdicios de la comida compostables para crear abono para las plantas. Pues en la finca era muy arenoso, no era muy fértil la tierra, entonces tocaba abonar. 

Seluna: Y cada uno de nosotros se encargaba de una parte del proceso.

Cristal: Mis hermanos sabían qué era lo que teníamos que hacer, teníamos reuniones para hacer lo que, ‘mañana ustedes van con doña Rosita a coger los caballos, o ustedes van a hacer el compost, porque teníamos una lombricultura’.

Seluna: Sarita y Melco combinaban la vida cotidiana con nuestra escuela. Con cada cosa que había que hacer nos daban una lección. Por ejemplo Mientras cocinábamos, nos enseñaban matemáticas y ciencias. Mientras andábamos por el bosque, aprendíamos biología.
Me acuerdo que cada uno tenía un cuaderno donde hacíamos nuestro diario personal. Bueno no era tan personal porque Sarita los revisaba para calificarnos ortografía y redacción.
Eso sí, después de trabajar, explorar y aprender, teníamos noches maravillosas.

Cristal: Por ejemplo, cuando te acuestas a dormir en la pirámide y escuchas que el caño está crecido, porque ha llovido harto. Y no se, dan ganas de meterte en la cobija, [risas] y escuchar el caño te hace dormir. 

Seluna: Sarita y Melco pasaban casi que todo su tiempo con nosotros en la casa, en el bosque o en Cristales. Pero los domingos tocaba ir al pueblo…Allá nos recibía don Omar Torres, el fotógrafo de La Macarena. 

Don Omar: Aquí dormía Sarita y los niños, y Melco… Bueno, lo cierto es que una amistad muy especial, porque nosotros los queríamos demasiado.

Seluna: Don Omar y su familia fueron los primeros amigos que tuvimos en el pueblo. 

Sarita: Pues, como Melco siempre le gustó la fotografía y era fotógrafo y este señor era fotógrafo, entonces él le preguntaba muchas cosas a Melco.

Seluna: Él llegó a La Macarena mucho antes que nosotros. Su hermana vivía allí, y lo convenció que se viniera a buscar una tierra sin dueño para fundarse.

Don Omar: En esa época que cuenta, de… era con cartas. Entonces nos escribió y nos dijo: ‘vénganse para acá que aquí cogen terrenos baldíos’. Así fue que yo, nos, nos vinimos.

Seluna: Eran los años 70s, el pueblo era muy pequeño y tenía otro nombre.

Don Omar: A esto le decían El Refugio, claro. Y aquí había muy poquita gente, esto era un lagunero, verde, todo eso aquí pa allá.

Seluna: Es que ni siquiera había un puesto de salud.

Don Omar: La fiebre amarilla… todos nosotros éramos amarillitos, amarillitos, amarillitos. La vida era muy difícil, demasiado difícil, porque la enfermedad lo atrofiaba demasiado a uno. Para controlar un poquito esa fiebre y todas esas cosas que le daban a uno acá, usábamos matarratón. Una planta que ya es amargo. La machacamos y tomábamos esa agua, eso es muy feo y con arralén. Esa era toda la medi…medicamentos que usted podía conseguir acá. De resto, aguántese.

Seluna: Igual, desde entonces, el pueblo ya tenía cierta fama.

Don Omar: La gente decía que aquí venían era gente, asesinos, que habían matado a alguien por ahí y venían a refugiar aquí, le decían El Refugio a esto. Entonces… pero no era así, sino gente así como yo, varados [risas] que necesitábamos estar acá.

Seluna: Bueno, es que no hay que olvidar la historia.
La Macarena la fundaron en 1953 y en esa época la llamaron El Refugio, porque los primeros que llegaron eran campesinos que venían huyéndo de la violencia, en el Tolima y el Sumapaz.

Juan David: Ellos llegaron a ese lugar porque ahí había una pista que había sido abierta por la shell oil company, para la exploración de petróleo, por allá en los años 30s.

Seluna: En los 60s el gobierno desarrolló un programa de colonización en el que ofreció llevar a familias sin tierra a La Macarena. Era la misma Fuerza Aérea la que transportaba en sus aviones a toda esta gente.

Don Omar: Eso una vez, recuerdo que llegó un avión grande, de esos DC4 que llaman, y se le reventó, se le cayó una llanta. ¿Y sabe qué hicieron? Para poder, para podersen ir, llenaron de paja la llanta la metieron con un palo, la atacaron, y así arrancaron y se fueron. 

Seluna: Desde los 60s en La Macarena hubo varias bonanzas. Primero fue el pescado.

Don Omar: Por ejemplo, ahí en el puerto principal, la gente traía pescaditos para vender a la Fuerza Aérea, porque aquí no había nada, ningún comerciante más. Era la fuerza aérea de Bogotá, de Apiay. 

Seluna: Luego fueron las pieles. La gente hacía su vida aprovechando la bonanza. Don Joaquín Novoa era uno de ellos.

Don Joaquín: Fue la mejor bonanza, fueron las pieles. Una piel de tigre valía 5.000 pesos. En ese tiempo humm. Cuando eso una escopeta valía 1.200 pesos.

Seluna: Así empezó la caza en La Macarena. 

Don Joaquín: Hacíamos las carnadas, y entonces uno se trepaba allá al árbol, a esa altura, y ya, el animal llegaba ahí, el tigrillo, o el tigre.

Seluna: Las pieles más apreciadas eran las de los jaguares, tigrillos, nutrias, perros de agua, babillas y caimanes.
Pero pues claro, el comercio acabó con la abundancia. 

Don Joaquín: Ah no eso duró mucho, por ahí unos tres, cuatro años.

Seluna: Vino después la madera, la más apreciada era el cedro. También hubo marihuana y luego coca. Y siempre ha habido ganadería.
Y es hasta 1966 que el pueblo recibe el nombre de La Macarena y 14 años más tarde, en 80, se vuelve Municipio.
Pero buena, regresemos a nuestra familia.
En esa época solo algunos del pueblo conocían Cristales. El acceso era difícil y quedaba lejos del pueblo. Muy pocos se aventuraban a explorar por solo curiosidad.

Don Omar: Cuando ya un señor fue abrió por allá un juntito, y, pues, encontró el caño, y vino a comenzar a contar el cuento de que por allá había un cañito muy bonito, que no sé qué, y ya comenzamos a ir.
Eso cuando yo iba, eso era una belleza.  Nosotros nos metíamos entre esas algas, y para nosotros eso era normal y tomaba fotos de las pequeñitas y las empacaba y la gente llevaba así. 

Seluna: Pero, ya en la década de los 90s, algunos locos de otras partes empezaron a visitar La Macarena.
Un día fuimos a lavar ropa con Sarita al caño y nos encontramos con Luis Carlos Sotelo, un bogotano que fue de paseo a Cristales con su novia alemana de la época y con una amiga escocesa.

Luis Carlos: Ya después de todo el viaje y la caminada y todo, ya era como por la tarde.… y pensamos en, de pronto, acampar ahí de noche y tal. Pero estábamos en esas cuando justamente apareció Sara.
Y ella, Sara pues vio que estas dos niñas europeas estaban ahí con este hombre colombiano, y dijo, de un momento a otro: ‘¿Ustedes dónde se van a quedar?’. Sara tuvo la grandiosa, generosa idea de invitarnos a quedarnos donde ella.

Sarita: y yo después le digo… Hola, Luis Carlos pero yo no tengo una casa. [risas] Yo no sé cómo usted se imagina, pero yo no tengo una casa como la que usted piensa que es.

Luis Carlos: Y vamos llegando, y de pronto veo que estamos llegando a una especie de oasis, en el sentido de que en esa sabana, que no tiene muchos árboles, de pronto había un grupo; unos buenos árboles altos grandes que eran como donde realmente Sara y la familia tenía la casa. Entonces era como si los árboles fueran su primera casa, y dentro de ella, la otra que construyeron.

Seluna: Y en la pirámide, que recuerda muy bien Luis Carlos, cada uno de nosotros dormía en una colchoneta, con un toldillo para protegernos de los zancudos. Ahí arriba en la pirámide también estaba el estudio de Melco, que como siempre, estaba lleno de libros y papeles. Ahí dibujaba, pintaba y escribía.

Luis Carlos: Literalmente dormían en la plataforma de la pirámide, que no daba en el piso sino estaba elevada unos metros. Entonces, ellos dormían allá arriba, abajo había una cocina donde sí, en el almuerzo, o lo que sea, cocinábamos; y también tenían al lado, como había otra estructura con unos palos, donde, de ahí sí pudimos colgar las hamacas. 

Seluna: Para nosotros nuestra casa era normal. Pero realmente era diferente a todas las otras casas de la zona.

Luis Carlos: Era muy especial, porque era una pirámide, porque ellos con su filosofía energética y de conexión con las fuerzas de la Tierra y todo eso, y su descubrimiento o exploración de cómo volver a la naturaleza; que por eso es que vivían allá, se habían también informado como las pirámides de Egipto eran una forma que ayudaba la energía. 

Seluna: Sarita y Melco estaban viviendo su sueño. Estaban en esas, cuando en 1993, deciden tener otro hijo. Sarita quedó embarazada, y esta vez había decidido hacer algo distinto.

Sarita: Cuando llegué, Melco, ‘yo voy a tener el niño en el agua’. Me dijo: ‘¿¡Si!? ¿¡Verdad!?’ Le dije: ‘¡Sí!’. [risas]. 

Seluna: Así que Carlos Mauricio, mi hermano menor, nació en Caño Cristales.

Sarita: Eso fue algo hermoso, bello, eso espectacular. Fue… el niño nació el día de luna llena. Espléndida esa luna así, inmensa. Y ahí con mis niños, y viendo cómo salía el bebé. Y después Melco lo puso a flotar, y nos dimos cuenta de que los bebés flotan, y nadan, mejor dicho, uno naturalmente sabe nadar.

Seluna: Ya éramos cinco hermanos….
Y Carlos Mauricio se convirtió en nuestro consentido. A mi me encantaba cambiarlo de ropa y alzarlo.

Carlos Mauricio: ¿Por qué yo me llamo Carlos Mauricio? Eh, pues, Mauricio no sé, pero una vez que yo le pregunté a Sarita, eh si Carlos tenía que ver un poco con la obra de Carlos Castaneda y me dijo que sí eran las inspiraciones del nombre, porque como ella estaba leyendo la obra de Carlos Castaneda con Melco, pues entonces se inspiraron de ahí.

Seluna: Esa fue, quizás, la época más feliz de nuestras vidas en La Macarena.
Pero, todo esto estaba a punto de cambiar para siempre… Les sigo contando en el próximo capítulo.

Creditos: Macarena Podcast fue producido por el Colectivo Normal en colaboración con la familia Fernández Cortés y algunos habitantes de la vereda La Cachivera. Pueden escucharnos en Soundcloud, en su aplicación favorita para podcast o en nuestra página web, en donde también encontrarán contenido exclusivo, créditos y enlaces al material de archivo, todo esto y más en  www.macarenapodcast.com. Y si les gusta nuestro proyecto, consideren apoyarnos recomendando el podcast a sus familiares, amigos, conocidos y en sus redes sociales. Estamos como MacarenaPodcast en Facebook, Twitter e Instagram. Gracias por escuchar y por ayudarnos a llegar a más oídos… Los esperamos en el próximo capítulo.

CAPÍTULO 3: LA VEREDA

Intro Host: Bienvenidos a Macarena Podcast, la serie que explora cómo es nacer, crecer y morir en un lugar tan hermoso como peligroso. Si no han escuchado el capítulo anterior, pueden encontrarlo en www.macarenapodcast.com o en su aplicación favorita para escuchar podcast. Este es el capítulo 3: La vereda. 

Seluna: Hola, ¿Recuerdan el capítulo anterior? Melco y Sarita deciden comprar una tierra ahí en la vereda La Cachivera, al lado de Caño Cristales, y la gente de la comunidad le propone a Sarita ser profesora ahí en la escuela.
El plan era que Melco le ayudara a Sarita en su labor como profesora y que viviéramos todos ahí en la escuela. Juan David, Tao y yo seríamos tres estudiantes más en el salón de Sarita…
Pero había algo distinto esta vez: íbamos a compartir el día a día con otros niños. Elena es una de ellas. Siempre tenía el pelo alborotado y era muy juiciosa y disciplinada en la escuela. 

Elene: Cuando estudiábamos se llamaba Escuela la Cachivera. Ahorita se llama Centro Educativo La Catalina, sede educativa Nueva Colombia.
Cuando yo estudié era una caseta en madera, era en tablita y techo de zinc. 

Seluna: Mejor dicho: era una escuela, pero solo contaba con un salón al aire libre y un cuarto al lado para el profesor. Nosotros vivíamos ahí en ese cuarto, los demás niños vivían en diferentes fincas ahi en la vereda, así que a ellos les tocaba caminar y, a veces, bastante para llegar a la escuela.

Elena: Uno se venía a pie todos los días. El horario de entrada era ocho y media, salíamos a la una y media, dos de la tarde. Todos los días, llueva o no llueva, nos tocaba hacer ese recorrido. 

Seluna: Pero primero les tocaba ayudar con las labores de la casa, y después sí podían ir a estudiar. Por ejemplo, a Jerzon, el hermano de Elena, le tocaba ordeñar.

Jerzon: Nos levantábamos pongámosle, qué, tipo cinco y media de la mañana, a veces cinco de la mañana. Y íbamos al corral, ordeñábamos, las dos o las tres de las cuatro hasta las 10, 12 animalitos que habían. 

Seluna: Y después de hacer sus oficios, si agarraban camino para la escuela. A veces era toda una aventura… porque había que atravesar varios caños y sin puentes.

Elena: Y cuando el caño se crecía el palo, pues el puente lo balseaba, y nos tocaba pasarnos unos cogidos de la mano del otro, y no dejarlos quedar del primero porque donde se pase el primero pues vuelve el palo se le va. Y así la pasábamos en cadenita. Había algunos que sí se caían. Igual llegábamos a la escuela, y la profe sabía que como cuando hay invierno los caños se crecen.

Seluna: Una de las mejores cosas de los días de clase, yo me acuerdo que era el recreo porque jugábamos en el potrero de la escuela.

Elena: El recreo sí era muy bonito porque todos salíamos, teníamos todo ese espacio para jugar. Y como habían varios niños, 20, 30 niños, y entonces ahí nos poníamos a jugar ahí. Y no era que las niñas a jugar a un lado con su muñequitas, y los… no, aquí jugábamos todos revueltos.

Seluna: Si, todos por igual. Yo me acuerdo que con Jairo, el más pícaro, jugábamos yermis…
Es un juego entre dos equipos en el que un equipo empieza armando una torre con tapitas de cerveza o, bueno, de gaseosa. El otro equipo coge una pelota e intenta derribar la torre…

Jairo: Cada quien va a lanzar una vez. O sea, yo lanzo. Y si yo fallo, ustedes lanzan. Si ustedes tumban, nosotros armamos, nosotros armamos tapitas. Y ustedes, a ponchárnos. Usted la coge, la lanza de donde esté, y un compañero suyo la coge y la lanza al que este ponchando, que es como el basquetbol, no puede correr con el balón en la mano, y correr, y correr, y correr.

Seluna: En la escuela, por supuesto, tocaba estudiar. Y no todos los niños eran buenos en todas las materias. A Jerzon, por ejemplo le iba muy mal en español, porque tenía una ortografía, terrible.

Elena: Le decíamos la flor de la ortografía. Sí señor, sí señor, son anécdotas y qué recuerdo de mi hermano, ¿cierto? La flor de la horrografía….

Jerzon: Ortografía.

Elena: La profe nos hizo cinco palabras y de las cinco palabras sacó una buena, del resto. Por ejemplo, le voy a decir, cómo vacuna con be larga; burro, con ve corta.

Seluna: Y después de la escuela ellos tenían que regresar a sus casas y luego seguir trabajando.

Elena: En el campo resulta mucho que hacer y a uno de joven, cuando nosotros éramos niños, que la lavaza para los marranos, que desgranar el maíz para los animales, que ir a traer yuca! Y entonces esa era la tarea. Llegábamos, almorzábamos, si teníamos tareas hacíamos tareas, y seguir con las tareas de la casa. Ahí se nos pasaba el tiempo. 

Seluna: Álex, el hermano menor de Jairo, le encantaba encerrar, encerrar es el trabajo con las vacas. Le decíamos ‘alegría’ porque siempre estaba sonriendo y contento.

Alex: Si, mi lucha era con los becerros [risas] con los terneros. Siempre.

Elena: Eso cogían esas bestias y eso no les importaba que esos animalitos se abrieran. Eso antes era feliz que se abriera un becerrito, porque detrás iba él en las bestias y les encantaban, o sea, montar, correr.

Seluna: Humm, Pero a veces tenían accidentes.

Jerzon: Eh, Alex también tuvo un accidente por ahí con una guadaña. 

Elena: Y el que está hablando

Jerzón: Este su servidor también, también, casi se le quita el pie con una guadaña. 

Seluna: Una guadaña, o guaraña como se dice allá en Macarena, es una herramienta con la que se corta el pasto. Es muy filuda, así que toca usarla con muy cuidado.

Jairo: Cuando se cortó, pues un descalabro para nosotros que jugábamos micro, porque nosotros jugábamos micro, y un amigo, pues, que se corte, que no, que ese man se va a quedar sin un pie, ¡no! Hasta llora uno, la verdad. 

Seluna: Desafortunadamente es un accidente muy común. 

Jerzon: Prácticamente desde la calle uno gritaba y silbaba…  y ya está listo, vamos a jugar. Y, pues, nosotros, entre jóvenes y muchachos nos poníamos, teníamos una canchitas, hicimos unas canchitas y era, todas las tardes, terminábamos de trabajar y ahí estaba el compromiso: la jugarreta. Todas las tardes.

Seluna: Además de la escuela ir y venir de caño Cristales, la selva era nuestra compañera de aventuras. Yo me acuerdo, uno de nuestros lugares favoritos que teníamos era el Bosque Largo.

Alex: En el bosque que vamos a llegar, ellos lo llamaban el Bosque Largo. Después nosotros lo llamamos el Bosque de las Marimbas. Marimba es un mono, un primate, el Mono Araña que llaman en algunas partes. Eh… Tiene los brazos, las extremidades realmente largas, por eso tiene el nombre del Mono Araña. El vientre, algunos tienen  el vientre amarillo, algotros blanco.

Seluna: Ahí en el Bosque Largo, los árboles eran inmensos, pura selva, tapaban todo y era muy fresco. Había muchos, muchos pájaros y animales distintos: Micos, dantas, paujiles, armadillos, ñeques, no, la lista es larga…El sonido de todos animales, la selva, la verdad es que lo envolvía a una. Y,  el lugar se sentía como mágico.
Otro lugar que nos encantaba ir era la laguna del silencio, quedaba al frente a la casa de Jairo y Alex y también al lado de la de la casa de Elena y de Jerzon.

Sarita: Nosotros le pusimos la Laguna del Silencio. Por qué uno remaba… Solo escuchaba los pájaros. Los sapos. De pronto los micos. No más. Y esa agua era quieta. Apenas Ffff, ffff… Como que le daba a uno miedo de que de romper el silencio [risas], con la canoa, con el remo. 

Alex: Al fondo escuchamos como un pujido, que es el paujil. Es familiar, de la misma familia de los pavos.
También estamos escuchando la oropéndola o mochilero, muy cerca. Escuchamos también los sirirís.

Seluna: A veces nos bañábamos ahí, aunque tuviera fama de peligrosa por los tantos animales que vivían ahí dentro del agua. También íbamos a montar potrillo, potrillo es una canoa pequeña, hecha de madera, y se usa con remo.

Alex: Pues siempre por la canoa uno sale, y uno va aprendiendo a manejar el potrillo.

Seluna: Había muchas historias sobre los animales que viven ahí en la laguna del silencio. Pero la más famosa es la que cuentan los hermanos Fandiño.

Alex: La anaconda. Los espíritus de la anaconda.
prácticamente dicen que se mantiene acá dentro de la laguna, especialmente allá donde están las palmitas, por esos lados, que es como más profundo, y lleno de hojarasca. Que ahí mantiene. Pero es eh… Queda muy grande, pero prácticamente yo diría que es como un misterio, porque no todo el mundo la puede ver, sino que de vez en cuando se, se deja ver. Aparece y desaparece.

Seluna: Así era la vida de ellos. La escuela, la finca, los juegos y el monte. Nosotros los íbamos conociendo poco a poco. Pero, como siempre, las costumbres de nuestra familia eran más bien diferentes.

Elena: Yo me acuerdo que era una familia como extraña. ¿Sí? Tenían una creencia, eh, la forma de ser de ellos, y uno decía que eran como, como raros.

Seluna: Les parecía raro, por ejemplo, que llamáramos a nuestros padres por el nombre: Sarita y Melco, no mamá y papá.

Sarita: Nos dimos cuenta que cuando tú le pones un título a una persona eso forma una barrera en la comunicación, y tú no puedes ser auténtico. Nos dimos cuenta de eso y lo mismo fue Melco. Y con plan de nosotros, de la idea de enseñarle a nuestros hijos la democracia, [risas] porque hasta en todo eso pensamos, era necesario que no nos dijeran títulos. Porque ese era un tÍtulo, papá y mamá, es un tÍtulo. Y que impide que uno y ellos se acerquen a uno. Y lo mismo, ‘hijo’. ‘Es que mi hijo’ [risas]. Esa palabra tampoco. No, no, no.

Seluna: Pero al mismo tiempo que compartíamos con ellos el día a día, nos hacíamos cada vez más cercanos. 

Marilse: Pues cuando ellos venían a la casa, que íbamos a arrancar yuca, y venían y tomábamos leche [risas] con yuca. Y comían y llevaban para la casita, mi papá les daba pa’que llevaran e hicieran comida. Cuajada también.

Seluna: Marilse, Marilse también vivía en la vereda. Siempre ha sido tímida, pero poco a poco nos hicimos amigas.
Las cosas se iban estabilizando poco a poco. Sarita seguía con sus clases, y con Melco trataban de llevar el mensaje de conservar el medio ambiente ahí a las familias de La Cachivera.

Sarita: Empieza que nosotros tenemos que hacer conciencia a la gente de conservar. En las reuniones de padres de familia y, y había que cambiar muchas cosas.

Seluna: Pero se estrellaron con la realidad del campo.

Sarita: La gente nos dice: ‘profe, es que ustedes pueden hablar fácilmente de conservar, pero es que ustedes tienen un salario. Ustedes viven bien. A ustedes les llega la plata. Nosotros no tenemos dinero. Entonces por eso es que ustedes hablan de eso, pero nosotros, ¿de qué vamos a vivir?’ 

Seluna: Y si, es que la ganadería y la madera habían sido la única alternativa económica para la mayoría de los campesinos. Todos vivían de sus tierras, el único sustento que tenían era lo que podían trabajar.

Sarita: Eso nos alumbró a nosotros también. Tienen ellos razón. Entonces dijimos con Melco: pues lo que toca es dar ejemplo.
Por eso no, nos vamos a quitar de la escuela, vamos a renunciar, y nos vamos a ir como colonos, como cualquier persona que va al monte y que no tiene sino sus chinos y nada más. Para mostrarles a ellos cómo es vivir sin deteriorar el medio ambiente.

Seluna: Tremenda decisión… Ya no tendríamos la comodidad de la escuela y tendríamos que encontrar la forma de sostenernos económicamente.
Empezábamos una nueva aventura, muy, muy impredecible. Pero… eso se los seguiré contando en el siguiente capítulo.

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Gracias por escuchar y por ayudarnos a llegar a más oídos… Los esperamos en el próximo capítulo.

CAPÍTULO 2: LA LLEGADA

Intro Host: Bienvenidos a Macarena Podcast, la serie que explora cómo es nacer, crecer y morir en un lugar tan hermoso como peligroso. Si no han escuchado el capítulo anterior, pueden encontrarlo en www.macarenapodcast.com o en su aplicación favorita para escuchar podcast. Este es el capítulo 2: La llegada. 

Seluna: Hola, ¿se acuerdan del episodio anterior? Tuvimos que irnos de la escuela que quedaba cerca al río Melúa, y Sarita y Melco querían cumplir su sueño de vivir en la Serranía de la Macarena.

Sarita: Llegamos a Villavicencio en esas vacaciones y empezamos a ver cómo era que iba el viaje a Macarena.

Seluna: Allá, un amigo les contó que planeaba ir pronto al pueblo de La Macarena.

Sarita: Entonces me invitó. Y yo me fui pa’Macarena y Melco se quedó con los niños. 

Seluna: Sarita y cómo te fue?

Sarita: Ah, eso fue más chévere. [risas]
Cuando eso Macarena era solamente la avenida principal y las calles, y las casas eran todas de madera. Y la pista de aterrizaje no más.

Seluna: Y allá en La Macarena resultaron hablando con una familia de apellido Betancourt que los invitó a su finca.

Sarita: Y nos invitan con mi amigo y nosotros nos vamos. Y ellos bueno, entonces fue alistar la canoa, y bueno, fue ir por el Guayabero arriba, pasar, conocí el Raudal.

Seluna: Para que se ubiquen un poco: El pueblo de La Macarena queda al lado de un río enorme que se llama el Guayabero, así que para movilizarse por la zona lo más común es navegar en canoa, o en motor como le decimos allá. Saliendo del pueblo río arriba se llega a un afluente de aguas llamada  el Raudal. 

Sarita: Uff, eso del Raudal para mí fue, ¡mj!, increíble, increíble. Eso me infló mi corazón. 

Seluna: Allá llegó Sarita esa primera vez que navegó por el río.

Sarita: Y llegó allá a la finca esa y me encontré que la señora había matado a un tigre, y el tigre estaba tirado en un, [risas] en la mitad del patio. Después, entonces, bueno, la gente por ahí que iban a matar, porque siempre andaban en pareja, entonces que la tigra, y que no sé qué. Entonces yo, a mí me dio mucha angustia que fueran a matar al tigre… mató a la tigra, y quedaba el tigre. 

Seluna: ¿Y qué pasó?

Sarita: Yo me fui, como siempre, [risas] yo me fui a caminar por ahí, y me fui por allá lejos, y vi el tigre. ¡Y el tigre venía! A mí no me dio miedo. Yo me quedé absorta de ver la belleza de ese animal. Cómo corría, y como se venía, y venía hacia mí, y venía hacia mí, y yo trataba de decirle, ¡tiene que esconderse porque te van a matar! Y ya cuando venía así eso era que habían tumbado tantos años árboles, había un árbol inmenso, asi, entonces yo me hice debajo del árbol y el animal pasó derecho, ¡chum!, yo lo vi cuando saltó.

Seluna: Allá, después de ver un tigre por primera vez y de andar por entre el río y la selva, Sarita descubrió la generosidad de la naturaleza. 

Sarita: Además, ese día que subíamos había era subienda de pescado. Huy, no, se metian a la canoa. Y en esa finca vi un racimo de plátanos así enorme, enorme. Cuando yo pensé que era plátano hartón, resulta que eran bananos. Dije, ‘no, este es el lugar que tenemos que venir’. 

Seluna: Y con esa idea en mente, Sarita regresó.

Sarita: Volví a Villavicencio. Melco, entonces, había encontrado que podía yo pedir trabajo como profesora para allá. Entonces, cuando yo llegué ya Melco ya había presentado los papeles, los documentos a la Secretaría de Educación, y todo eso. 

Seluna: Pero tocaba organizar todas nuestras cosas para salir de nuevo, así que Sarita se fue primero, mientras Melco terminaba de empacar y llevaba todo lo que faltaba… 

Sarita: Cuando Melco llega a los 8 días con el trasteo, y lo que más pesa son los libros, y tocaba subir el puerto, eso era una vaina así para subirla, pues la gente de la vereda fueron los que ayudaron a subir todo eso. Entonces, ‘pero esto qué, esta gente qué trae en eso, ¿no?’ Yo creo que era la primera vez que veían tantos libros.

Seluna: Y dentro de las personas que nos ayudaron estaba Don Simeón, el primer vecino que tuvimos. 

Sarita: A mí una de las cosas que me gustaba de Simeón era que era muy franco. Y era muy inquieto, preguntaba. 

Simeón: Me sorprendí porque, pues, nosotros, todos, somos muy carnívoros, ¿sí me entiende? Entonces, siempre se acostumbraba a halagar al profesor con un pedazo de carne, con un pedazo de pescado, ¿sí me entiende? Y esa fue la sorpresa, porque, de entradita, lo que le llevaba yo era un pedazo de carne a la profesora, y la profesora era vegetariana. Entonces ella sí me la recibió, con mucha decencia y todo, pero me dijo que ella se la iba comiendo, a ver cómo se la iba a comer por ahí gradualmente. Pero entonces me explicó de una vez que ella era vegetariana, ellos eran, si. Yo ni siquiera sabía qué era eso. Entonces le dije “pues dígame qué es eso”. Entonces me hablaba de la leche de soya, de la carne de soya; entonces ellos sabían preparar todas esas cosas, ¿sí me entiende?.

Seluna: Pues claro que estaba sorprendido, es que en una vereda que queda a dos horas del pueblo de La Macarena, a la que se llega en canoa por el río Guayabero, nunca habían visto a una profesora con su esposo  y sus tres hijos pequeños viviendo así…

Simeón: Esos vivían por ahí, vivían sin camisa, vivían por ahí sin zapatos; ellos vivían, vivían… no se enfermaban. El que se enfermaba era Melco… Melco se enfermaba mucho de, del paludismo, mano. Entonces nosotros llegábamos allá a hablar con él, y él: ‘no, estesen tranquilos, estesen tranquilos que yo, a los cinco días de estar en este estado, yo me aliento, y sí. Como en la finca mía había un palo de quina, y el, recién que llegó, fue la primero que la buscó y lo encontró, ¿sí? Y entonces me pidió permiso para cuando él la necesitara, él iba y la traía. Y ya la traía, y al otro día amanecía alentado Melco.

Seluna: Y a pesar de que la adaptación fue difícil, Melco se sentía en el paraíso. 

Simeón: Él se recorría mucho la Sierra. La Sierra es una parte por allá, altísima que hay, o sea, acá es plano y al otro lado del río es la Sierra. Y él se mantenía recorriendo por allá eso. 

Seluna: Y decidió que su misión era realmente enseñarles a los campesinos de la zona a cuidarlo. 

Simeon: Inclusive Melco decía, nos decía a nosotros, que el arca de Noé había estacionado en la Sierra.

Seluna: Por supuesto que Melco no creía que el Arca de Noé hubiera llegado a la Macarena. Pero si usaba este pasaje de la Biblia para explicar un poco de historia.
Devolvamonos por un momento miles de millones de años atrás….

Tao Daniel: La tierra en ese entonces no era como la conocemos hoy en día. Los continentes no existían y lo que hoy es Suramérica era un inmenso mar con apenas algunas islas. Y la serranía de La Macarena era una de esas islas.

Juan David: Cuando los continentes adquirieron la forma que más o menos tienen hoy, el mar se retiró de lo que hoy es Suramérica, lo que significa que la mayor parte de las formas de vida que hoy pueblan la Amazonía, la Orinoquía y los Andes salieron de esas pequeñas islas.

Tao Daniel: En otras palabras, en la época en la que había sólo agua, la Macarena fue un refugio para los animales y plantas que constituyen hoy la megadiversidad de Colombia. 

Seluna: Pero bueno,  regresemos al 88…
Allí en el Alto Raudal Sarita empezó a ser conocida como la profesora y a conocer a sus colegas en las otras veredas

Sarita: Un día estábamos en el pueblo con mis compañeros profesores, teníamos unos talleres de profesores y creo que el último día ya quedamos libres. Entonces alguien dijo que, que ir a Caño Cristales. Pero es que cuando eso no había camino así como muy definido, ni nada; y muy poca gente conocía Cristales, muy poca gente. Entonces habían dos profesores que les gustaba Cristales. Entonces yo me pegué con ellos.

Seluna: No, mejor dicho, Sarita se fue de aventura.

Sarita: Yo me fui caminando, y fui caminando, y caminando, y caminando, y yo cada vez quería conocer más, ¡y yo quería conocer más!, y yo quería conocer más y yo estaba aterrada de ver esta belleza. 

Seluna: Ese descubrimiento de Sarita nos cambiaría la vida para siempre…

Sarita: Yo me acuerdo, yo me acuerdo que yo me volví loca. Yo bajé esas piedras a toda, y yo corría, y corría, y ¡waaaah!; y yo no sé, yo no sé, era un grito que me llegaba hasta aqui, y yo quería comerme todo así de un solo grito, y yo gritaba, y gritaba, y gritaba, y lloraba, se me salían las lágrimas de pura alegría, de pura alegría. Y yo, ¡huy!, llego a esa cascada y me meto; Dije ‘No, ¡acá es donde tenemos que venir! 

Seluna: Si, ella le propuso a Melco que pasáramos las vacaciones de fin de año allá en Caño Cristales.
Y eso hicimos. Empacamos todo: Sarita, Juan David y yo ayudabamos con lo que podíamos. Tao como era el más pequeño no cargaba mucho. Yo me acuerdo que Melco llevaba el camping, que era lo más pesado, era una maleta grandísima.
Tomamos una canoa hasta un punto y después empezamos a caminar, a caminar y a caminar en busca de caño. 

Sarita: Y nos fuimos por unos pajonales, y unas vainas, y eso no encontrábamos, y llegamos ya a la montañita, y nada, nada…

Seluna: Aunque yo solo tenía 4 años, sí me acuerdo de que caminamos mucho, mucho, y que el camino no era bien marcado. Además, las maletas pesaban un montón, y hacía un calor…

Sarita: Todo el día ese solazo que hizo, ¡no!, hasta que por fin yo por ahí me subí, encontré el camino y dije: no, allá hay un camino, por ahí es. Y yo me acuerdo que por allá hay un caño, que es muy parecido a Cristales, hay un cañito ahí, y nos podemos quedar ahí porque ya estaba tarde.

Seluna: Entonces pasamos la noche ahí y al día siguiente, con la luz del sol, ya pudimos llegar a ese paraíso del que tanto Sarita nos había hablado.
Y Recuerdo que lo primero que hizo Melco fue enseñarnos a nadar. 

Sarita: Melco dijo, pues, ‘Sarita, lo primero que hay que hacer con los niños acá es enseñarlos a nadar, porque, ¿qué tal uno estar detrás de ellos todo el tiempo? 

Seluna: Me acuerdo, me acuerdo mucho en una piscina que ahoritica le dicen piscina del turista que es súper grande. Eh…
Melco siempre nos botaba cosas en el fondo como no sé, una piedra o algo y tienen que ir a traer la piedra.
Entonces, y en la piscina tiene como una plancha de roca que entre más lejos es más hondo como desnivel. Entonces al principio era como a un metro, a dos metros y pues y ya, así.
Y yo me acuerdo harto de ir a yo la cogí antes de Juan David. [risas]

Sarita: Es, tan, mételos, sáquelos, y no sé qué, y ya, y cójale confianza, y los niños aprendieron rapidísimo, ¡en un día! Eso, eso fue rápido, eso es natural. 

Seluna: Pasábamos los días en el agua, hasta que a Melco se le ocurrió un proyecto.

Sarita: Melco dijo: ‘bueno, entonces vamos a enseñarles a los niños a hacer un mapa, a hacer un levantamiento cartográfico del caño. Entonces toca hacer caminatas por, por todos los afluentes del caño, y vamos a hacer un levantamiento cartográfico con brújula y todo y todo; todo técnicamente. Él sabía hacer eso técnicamente, él sabía también hacer eso, no.

Seluna: En ese viaje aprendimos mucho de Caño Cristales. Creo que no exagero si digo que es uno de los lugares más bonitos del mundo. Es un caño de lecho rocoso y de aguas cristalinas, no muy ancho, con cascadas imponentes que alcanzan hasta los 30 metros . Dentro del agua crece una planta que se llama Macarenia Clavíjera, que se pone de color rojizo cuando le da el sol.
Hoy en día hay varios senderos para poder recorrer el caño, pero en esa época no había ninguno.
Nosotros anduvimos de arriba abajo todo el caño, por donde podíamos, por el lado, haciendo camino, o atravesando los pozos a nado. Así nos la pasamos durante esas vacaciones.
Y un día mientras seguíamos explorando, la gente le llegó a Sarita con una propuesta.

Sarita: La gente de la vereda se enteró que yo estaba ahí,  y entonces, vino la gente de la vereda y nos pidieron de profesores: ‘profe, yo quiero que ustedes vengan aquí a la escuela que ustedes vivan  aquí en la escuela. A mi me gustaría que le enseñara a mis hijos’

Seluna: A Sarita y a Melco les sonó la idea.

Sarita: Todos estamos en lo que nos gustaba, y entonces yo le dije a Melco: ‘Ay, Melco, pudiéramos comprar esa tierra por aquí, cerquita’.

Seluna: Después de años viviendo entre un lugar y otro, finalmente íbamos a echar raíces.
Pero lo haríamos a nuestra manera. Y eso, no era bien visto por todo el mundo…
Todo esto se los seguiré contando en el próximo capítulo.

Creditos: Macarena Podcast fue producido por el Colectivo Normal en colaboración con la familia Fernández Cortés y algunos habitantes de la vereda La Cachivera. Pueden escucharnos en Soundcloud, en su aplicación favorita para podcast o en nuestra página web, en donde también encontrarán contenido exclusivo, créditos y enlaces al material de archivo, todo esto y más en  www.macarenapodcast.com.
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Gracias por escuchar y por ayudarnos a llegar a más oídos… Los esperamos en el próximo capítulo.

CAPÍTULO 1: LA DECISIÓN

Intro Host: Bienvenidos a Macarena Podcast, la historia de un microcosmos remoto que refleja la complejidad de Colombia. En esta serie documental de diez capítulos, narrados por sus protagonistas y  llenos de animales silvestres, rincones paradisíacos, bombardeos, juegos infantiles y un amor libre; les contamos cómo es nacer, crecer y morir en un lugar tan hermoso como peligroso.
Este es el capítulo 1: La decisión. 

Seluna: Hola. Yo soy Diana Seluna y voy a contarles mi historia, la de mi familia y la de mis amigos en La Macarena.
Todo comienza en 1980.
En esa época, Ronald Reagan era elegido presidente de Estados Unidos.

Noticia: Reagan is our projected winner Ronald Wilson Reagan. 

Seluna: John Lennon era asesinado en Nueva York.

Noticia: Former Beatle John Lennon who was 40 was shot and killed last night outside his luxury apartment. 

Seluna: Y sonaba  Queen

Música: Música 

Seluna: El M-19 se tomaba la embajada de la República Dominicana en Bogotá.

Noticia: Rebeldía, Rebeldía en eso está el M-19, nosotros no nos vamos a…

Seluna: Recién se estrenaba la televisión a color en Colombia.

Noticia: El país se incorpora a más formidable avance de la tecnología moderna…

Seluna: Y  estaban de moda Lisandro Meza y Diomedes Díaz

Música: Música 

Seluna: Asi estaba el mundo cuando Sarita Cortés, mi mamá, tenía 20 años.
Ella vivía en Villavicencio, una ciudad pequeña en los llanos orientales de Colombia, para esa época quedaba como… a unas 7 horas de Bogotá, la capital.
Aunque la ciudad, como la mayoría del país, era más bien conservadora, Sarita trataba de salirse del molde. Ella era una mujer joven que no quería vivir con imposiciones sociales. 

Sarita: yo nunca vestí a la moda, ni nada de eso, no me pintaba, no aprendí nunca maquillarme, tenía corto el cabello, como por aquí. A veces me lo dejaba un poquito crecer. Me encantaba ser, muy de ‘yines’ y todo. A mí, no… A mí no me ha gustado esa esa forma de la mujer de pintarse, y de ponerse un vestido elegante, y que no sé qué. Y que, ahh, yo no, eso no va conmigo. 

Seluna: Mientras tanto, Melco Fernandez, mi papá, tenía 30 años, vivía entre Bogotá y Villavicencio y tampoco se ajustaba mucho a las normas de la época. Al menos eso es lo que me ha contado mi tío Jaime, su hermano menor.

Jaime: Él era como, como un perrito a cuadros. Siempre fue un intelectual descreído de las cosas que lo, que lo encasillaban… O sea, él dijo que no necesitaba títulos, nada; que él para aprender tenía los libros, tenía la… toda la opción de, de… de su proyecto de vida, que era, siempre un proyecto de vida  artístico… 

Seluna: Yo me lo imagino como un hombre renacentista, pero en los ochentas, porque hacía de todo: era artista, pintaba, era carpintero, escribía, era profesor de yoga, hasta cosía…

Sarita: Él siempre diseñó su propia ropa. Porque la mamá fue modista, y él le ayudaba a la mamá a planchar las cosas. Él le gustaba hacer sus diseños, de camisetas y y pantalones, y no sé qué. Entonces él era muy elegante. 

 

Seluna: Y a pesar de que en esa época Melco y Sarita eran dos extraños, sus intereses en común terminaron juntandolos.

Sarita: Había una exposición de pinturas. Pero yo llegué tarde, ya casi iban a cerrar. Eso cerraban como a las 10 de la noche, yo llegué como a las 9.

Seluna: Y esa exposición era organizada por Melco, así que él tenía que cerrar el sitio por la noche y asegurarse de que todo quedara en orden.

Sarita: Entonces Melco me esperó, porque yo era la última [risas] y él como que, como que remarcó de que yo como que me quedaba mucho en un cuadro viéndolo ahí, no sé qué, porque me impactában los cuadros. Entonces salimos. Me dijo vamos a tomar algo?, pues yo le dije, ‘pues bueno’. Y nos sentamos a hablar de arte. Pero pues yo me quedé embobada todo lo que sabía él. El caso es que hasta que nos echaron de la cafetería [risas].

Seluna: Esa fue la primera coincidencia de varias, porque se encontraron también en una reunión de crítica de arte, en una clase de yoga, y hasta en un grupo de estudio sobre crecimiento personal. 

Sarita: Yo tenía un grupo, un grupo de crecimiento espiritual. Y más que todo, de conocimiento interior, ¿no?

Seluna: Y a ese grupo resultó llegando Melco. La idea era que cada persona pudiera contar un poco de su historia como ejercicio para conocerse mejor, pero para Sarita era tan difícil hablar de su infancia.

Sarita: Era tan duro que yo empezaba a hablar, y de pronto yo, a mí se me ocurren las lágrimas y yo no podía más. Entonces él me propone me dice, ‘escríbame’. Entonces empezamos a escribirnos.

Seluna: Así empezó la relación de Sarita y Melco, por medio de cartas. Duraron casi un año escribiéndose y conociéndose, hasta que llegó una carta muy especial…

Sarita: Entonces, en esta carta él hace una parodia una canción que era bailable, que decía: Será que me estoy enamorando / O será que aún sigo soñando / Quiero verte, para a ti preguntarte / Si contigo lo mismo está pasando.  

Seluna: Ay Sarita y con severa declaración ¿tú qué le respondiste?

Sarita: Yo le dije, no, de verdad que mi libertad; yo amo más mi libertad. Y, y, no me gustan. Mejor dicho, todas las cosas que yo he visto en mis amigas, y que lloran, y que están enamoradas, y que el tipo por allá le juega sucio, y que por allá empiezan, además, a manipularlas, y todo eso; no. Yo no estoy en ese cuento. 

Seluna: Uy Sarita, y él qué te dijo?

Sarita: Él se reía apenas. Me dijo: ‘no, es que eso lo que yo estoy buscando precisamente’. Entonces, ahí fue cuando empezamos a fundamentárnos en eso, y pues, entender que había una cuestión espiritual muy como, como muy arraigada en cada uno, en querer como… en conocernos más interiormente.

Seluna: Fue un descubrimiento que llenó de felicidad a Melco.

Jaime: Encontró su, su media naranja, inmediatamente se enloqueció más, sí, porque ya ahora sí encontró una loca, la loca que necesitaba.

Seluna: Así fue que este par de locos, como los veían sus hermanos, empezaron a vivir juntos en 1982. Vivían a su manera, rodeados de libros, sin muchas cosas materiales y entre otras no comían carne. Pasaron dos años y en 1984 nació mi hermano mayor.

Juan David: Juan David Fernández Cortés nací en Villavicencio el 5 de febrero del 84.

Seluna: Un año después, en el 85, nací yo …

Sarita y Melco estaban felices con nosotros, pero… no lograban hacer la vida que ellos realmente querían ahí en Villavicencio. 

Sarita: A mí me pesaba, me pesaba. Me pesaba el mundo. Me pesaban las costumbres, me pesaban las críticas, el juzgar, que por ejemplo usted por qué comí así, y usted porqué no se viste así, usted por qué no se pone tacones, usted por qué, por qué en su casa, yo no tenía sino una cama, por qué usted no tiene muebles.

Seluna: Es que era otra época. A Sarita le tocó una generación en la que ser mujer, y no depender de un hombre era muy difícil y más en un ambiente tan provincial como el de villavicencio.
Ella y Melco sentían que para poder tener la vida que ellos realmente soñaban les tocaba irse lejos, así que tomaron una decisión muy, muy radical.

Sarita: Fue una decisión entre los dos hablando… Entonces ya acordamos ahí, pagaba mi preaviso en la empresa y presentaba mi renuncia, y nos íbamos.

Seluna: Y así fue… en agosto de 1985, cuando Juan David tenía un año y medio y yo sólo tenía 3 meses, nuestra familia empezó un gran viaje. El plan era vivir en el campo, lejos del ruido de cualquier ciudad.
Nuestro primer destino fue una finca muy lejos de Villavicencio. Quedaba a orillas del río Melua por la vía que va a Puerto López. Sarita y Melco iban a ser los cuidanderos de la finca, y con la plata que se ganaran podríamos vivir.

Sarita: Lo bonito del Melua era que tenía unas arenas que parecían arena de mar. Uff, qué arenas tan hermosas, y finita, finita esa arena.
Pero había muchos zancudos, ¡mucho bicho! ¡Uff! Insectos todo el día. Era de 6 a 8 unos de, 8 a 10 otros, a las 12 aparecían otros, a las 3 eran otros, a las 5 [risas].
Y ahí nosotros llegamos…
Siempre me han gustado mucho los árboles yo había soñado tener una casa en un árbol. Y como Melco me daba tanto gusto [risas] dijo, ‘no, pues hacemos la casa en el árbol’.
Y él de una vez se puso a hacer el boceto. Tan, tan, con medidas y todo.
Yo estaba feliz viviendo en el árbol. Además, arriba en el árbol los animalitos ya no nos llegaban.

Seluna: Y estando allá, en esa casa en el árbol, Sarita y Melco deciden tener otro hijo…
Tao Daniel, así se llama mi hermano. Él nació un año después que yo.

Tao Daniel: El… mi hermana Diana y Juan David me comenzaron a llamar con el diminutivo con Taito, entonces me quedé así taito por mucho tiempo.

Seluna: Y con Tao también nos llegó un cambio. A Sarita le apareció una gran oportunidad en una escuela ahí en la zona.

Sarita: Fue una experiencia maravillosa como profesora. Pude hacer muchos sueños que yo tenía, de lo que yo pensé que era enseñar. Tanto que los niños eran internos y no querían irse para la casa. Y después venían los padres de familia pensando que ellos los había castigado; ¡no!, era que los niños no querían irse.

Seluna: Pero al mismo tiempo, Sarita y Melco empezaron a notar injusticias en la comunidad y eso cambió todo.

Sarita: Esos terrenos fueron invadidos por gente de Villavicencio, de políticos muy influyentes. Y nos enteramos, pues a través de nuestros mismos alumnos, que estos políticos llegaban a esas casas con sus mujeres y con todo esto, y trataban a los, a los empleados como si fueran esclavos.

Seluna: Era una situación muy injusta y ellos querían ayudar, o al menos denunciar, así que Melco aprovechó que tenía una columna de opinión en una revista muy leída del Llano para contar lo que estaba pasando.

Sarita: Entonces los políticos se pusieron furiosos y contrataron a alguien para que viniera y le pegara a Melco. Y vinieron, y delante de los niños cogieron a Melco y le dieron. Eso fue horrible, fue horrible, horrible. Le dijeron que tenía que retractarse, dijo: ‘cuando ustedes cambien yo escribo que ustedes cambiaron, de resto no, es la verdad’.

Seluna: Es que Melco nunca fue indiferente a las injusticias. 

Jaime: Pues uno entendía sus razones, ¿no? Eso era una valentía y una honestidad a toda prueba, pues que el hombre no se dejaba.

Seluna: Y aunque Melco no cedió ante la presión para retractarse públicamente, si nos tocó irnos del internado… El problema ahora era para dónde.

Sarita: Melco dijo: ‘ya pensamos en Macarena’. De todas formas, nosotros siempre habíamos pensado en Macarena, ¿no?.

Seluna: Pero espera, espera, Sarita… explicame ¿Por qué?.

Sarita: Era un sueño.

Seluna: Pero, el tuyo o de Melco?.

Sarita: De ambos. Melco como también fue tan inquieto con todo esto de las culturas indígenas, él quería ir a hacer un estudio sobre los petroglifos que habían sobre el Guayabero y toda la cosa indígena que había allá.

Seluna: ¿Y tú?.

Sarita: Y yo desde muy pequeña, cuando a mí me enseñaron en la escuela, en segundo de primaria me enseñan la Serranía de La Macarena y me dice, dice la profesora: ‘ese es un lugar donde hay muchas especies de árboles que no hay en ninguna parte del mundo, hay animales que no hay en ninguna parte del mundo’; yo digo; ‘ay, yo quiero vivir allá’ [risas]. Fue un sueño. Entonces cuando yo le cuento mi sueño a Melco, y él con su sueño, y pues, que ambos hemos soñado lo mismo, el mismo lugar.

Seluna: Un sueño muy ambicioso porque en La Macarena no es que vivieran muchos citadinos.
En esa época iban comerciantes, si al caso biólogos y uno que otro investigador que quería mostrarle al mundo la importancia de la Serranía de La Macarena por medio de videos y documentales.

Antropólogo: La Serranía de la Macarena es un área natural que cuenta con una superficie de más de 3.800 kilómetros cuadrados. Es un conjunto de selvas en las que confluyen tres de los ecosistemas más importantes de Colombia: los imponentes andes, las llanuras del Orinoco y la selva húmeda amazónica. En su corazón alberga una de las montañas más antiguas del mundo: un enorme afloramiento de arenisca de unos 1800 millones de años. Esto la hace una de las montañas más antiguas del planeta y un sitio que alberga formas de vida que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo.

Seluna: Parecía imposible, pero Sarita y Melco lograron llegar hasta ese lugar tan mágico y lejano con sus tres hijos pequeños…
Eso sí, es una aventura que apenas comienza y que les seguiré contando en el próximo capítulo.

Creditos: Macarena Podcast fue producido por el Colectivo Normal en colaboración con la familia Fernández Cortés y algunos habitantes de la vereda La Cachivera. Pueden escucharnos en Soundcloud, en su aplicación favorita para podcast o en nuestra página web, en donde también encontrarán contenido exclusivo, créditos y enlaces al material de archivo, todo esto y más en  www.macarenapodcast.com.
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Gracias por escuchar y por ayudarnos a llegar a más oídos… Los esperamos en el próximo capítulo.